¿Tu empresa parece una secta?

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Los resultados a toda costa, la rentabilidad en el corto plazo, la búsqueda de ganancias sin límite, la codicia, transforman a muchas empresas en espacios de dolor y sufrimiento para sus trabajadores, y el planeta por cierto. Para disimular esas intenciones hay compañías que con la excusa de fortalecer la unión entre empleados y su empresa (“los socios del negocio”) solo logran desencadenar comportamientos patológicos y tener colaboradores enfermos, agotados y agobiados. ¿Es la tuya una de esas organizaciones?

En junio de este año El País de España publicó un reportaje (Si su empresa le parece una secta, quizá tenga razón) donde develan prácticas en gestión de personas que manipulan la vida de las y los trabajadores. 

En parte de sus líneas nos dice que “la idea de la empresa como una familia, en la que todos tienen un valor por ser quienes son, más allá de los resultados, pero en las que se pide una implicación acorde, porque el bien del padre y el de los hijos son inseparables, la han escuchado muchos empleados de pequeñas y medianas empresas. En algunas de mayor tamaño, participar en una organización especial, que puede cambiar el mundo y que todos conocen, ayuda a sentirse parte de algo mayor que uno mismo, y que, además de un sueldo, ofrece un refuerzo atractivo de la identidad. Trabajar es algo rutinario y a veces duro, y cualquier motivación extraordinaria para sacar el máximo rendimiento a los empleados es bienvenida”.

En el artículo asegura que los expertos advierten riesgos de que “las técnicas empleadas para fortalecer los vínculos entre los trabajadores y la compañía, como otros excesos de celo en la convivencia, pueden desencadenar comportamientos patológicos”.

En RH Management quisimos darle un doble click a la investigación periodística. Para esto nos contactamos con el doctor en psicología, psicoanalista de la Sociedad Chilena de Psicoanálisis (Ichpa) y ex presidente de la International Federation of Psychoanalytic Societies (Ifps), Juan Flores y el académico de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile (FEN UChile), el doctor Francísco Valenzuela, quienes nos entregaron su visión acerca de estas prácticas invisibles, incluso para los mismos implicados.

Juan Flores explica que estas prácticas se gestan a partir de la necesidad de generar estructuras en el sistema productivo de la empresa que potencien la rentabilidad. Y una de esas estructuras corresponde a los factores motivacionales. Según afirma, el reportaje de El País hace alusión a una simplificación de esta realidad que tiene que ver con aspectos que tratan de conectar la identidad de la empresa (o esconder su verdadero sentido: lucrar) con la de la persona (su pertenencia, la búsqueda de sentido).

Estas prácticas lo que esconden, fundamentalmente son modos, directos o indirectos, más manipuladores o menos manipuladores de generar una vinculación o relación identitaria con la empresa. ¿Qué es lo que oculta esta práctica? Bueno, yo creo que fundamentalmente, más que ocultar, diría que trabaja con una característica muy básica del ser humano. Y esa característica básica tiene que ver con la ansiedad de pertenencia, con los deseos de que esa pertenencia se haga a través de una relación de identidad. Es decir que yo se que en la medida en que pertenezco a algo tengo la fantasía de ser sostenido, cuidado, de tener ahí un anclaje que haga posible enfrentar el mundo”, señala el psicoanalista. 

Respecto a eso, plantea que una de las grandes ansiedades del ser humano tiene que ver con la sensación de peligro ante la incertidumbre, la soledad y el deterioro. En ese sentido, indica que la empresa juega a ejercer como un espacio que contrarreste ese sentimiento. Es decir,  “como si ahí se pudiera lograr una defensa colectiva y común, no solamente a través del dinero y del sostenimiento material que genera, sino también de los ámbitos subjetivos: valoración, sentirse parte de algo, un destino, una promesa futura, y eso yo creo que está presente en toda esta búsqueda”, declara. 

Por su parte, Francisco Valenzuela, indica que esta es una realidad invisible dentro de las empresas. “Está muy normalizada esta suerte de fidelidad a liderazgos muy fuertes, y también está normalizada la idea de una cultura súper intensa que tiene que despertar fuertes creencias en los trabajadores. En Chile se usa harto la idea de ponerte la camiseta, en el fondo lo que está por debajo en términos más psicológicos o de psicología laboral es el tema de la identificación. Ese sería el concepto clave que yo usaría: la identificación”, dice. 

En ese sentido, hace una comparación entre el mundo industrial de los años 50, donde las identidades sociales estaban estandarizadas y normalizadas, y el mundo moderno en donde la identidad es un tema que debe gestionarse activamente. “Estamos en un mundo donde la gente consume diversidad para abrir nuevos mercados. Mientras más diverso se vuelve el mundo, más oportunidades de negocio hay, y por lo tanto, las empresas venden identidades a los consumidores y las venden también internamente para los trabajadores. El artículo enfatiza que hay un nivel de creencia muy bonito, de camisetearse, de fidelidad con la empresa, pero en el fondo lo que hay detrás de eso, lo que el artículo llama “los sectarios”, tiene que ver con que hay una forzosa producción de una identificación absoluta con la empresa”, indica.

Además, añade que existen dos tipos de realidades en Chile donde se ven “los sectarios”. El primero se relaciona con los emprendimientos. Explica que el éxito de este tipo de negocios, al no estar ligados a la burocracia, depende principalmente de la iniciativa y obsesión de la o el fundador. “En ese sentido es muy común ver en Chile emprendimientos exitosos en donde el estilo, la personalidad del fundador/a, el estilo gerencial, el estilo comercial sobre todo, se vuelve como el modelo de rol, el molde al cual todos los trabajadores tienen que acoplarse”, manifiesta.

Por otro lado, el segundo tipo de realidad tiene que ver con empresas más maduras que pasan de un orden burocrático, jerárquico y lleno de reglas a un orden más moderno y flexible. “Y en esos casos al abandonarse la burocracia, que es en el fondo lo que protege justamente del sectarismo, pero para modernizar es necesario dejarla atrás, cuando ocurre esa transición, en algunos casos se genera un sectarismo. Porque se importa de manera salvaje, sin hacer estudios de cultura, sin hacer estudios de adaptación, saltándose todo ese proceso de ajuste que toma tiempo. Simplemente se importan de golpe y porrazo métodos de trabajo que son tremendamente participativos y horizontales y ahí, frente a la confusión, la pérdida de sentido que ocurre cuando se importan y se cambia bruscamente la forma de trabajar, se despliega o se da esta dinámica de grupos en donde se genera un sectarismo”, expresa.

Puedes leer la nota original publicada por El País aquí.

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