Pertenecen a ámbitos distintos. Sin embargo, más allá de los soportes informáticos sobre los que ambos se basan, el trabajo remoto y las redes sociales parecen tener elementos significativos en común. Como fenómeno social masivo, las segundas son más antiguas y han sido más estudiadas que el primero. Ese mayor camino recorrido y los aprendizajes alcanzados en relación a las redes sociales pueden ser un valioso aporte al mejor entendimiento del potencial y los eventuales riesgos asociados al desarrollo del teletrabajo.
Por Gastón Held, ingeniería industrial, U. de Chile y M.Sc. en Ingeniería de Sistemas y Economía, Universidad de Stanford.
Las redes sociales, en su versión contemporánea digital, han permitido un aumento sin precedentes de la conectividad entre las personas. Han sido un importante aporte en diversas dimensiones, entre ellas, la difusión de conocimientos, la coordinación de acciones, el reencuentro entre antiguos conocidos, el desarrollo de intereses compartidos, la expresión de quienes antes carecían de voz y la manifestación de diversidad.
En la práctica, sin embargo, no todo ha sido positivo. Las redes sociales han sido, por ejemplo, un canal preferente para el manejo de la opinión pública a través de la desinformación (las “fake news”); también han tenido consecuencias negativas sobre la salud mental, especialmente de niños y adolescentes, a través del cyberbulling o la adicción.
Un fenómeno que preocupa es la creciente tendencia que se ha observado en redes sociales a la conformación de grupos de personas que comparten posiciones y creencias, y que se cierran en sí mismos, ignorando -o incluso despreciando- otros planteamientos. En una especie de paradoja, estos grupos generan una mayor conexión entre sus integrantes y una mayor desconexión con todo lo demás.
Las implicancias de este fenómeno no son menores. El desarrollo de una sociedad como comunidad, que tiene la capacidad de colaborar y de abordar constructivamente sus conflictos, se basa en la existencia de un conjunto de creencias, valores y símbolos compartidos, que son la base de normas de convivencia respetadas por el colectivo. Estos elementos cohesionantes son el resultado de la interacción -no siempre cordial- entre los miembros de la sociedad y van evolucionando en el tiempo de acuerdo al rumbo que tome esa interacción. La participación en la construcción de esta cultura de convivencia de las distintas posiciones existentes en la sociedad, por una parte, enriquece el resultado y, por otra, genera un sentido de pertenencia que se traduce en una mayor adhesión al mismo. La proliferación de grupos de interés cerrados y desconectados (que, además, no ejercitan su habilidad de disentir constructivamente), facilitada por las redes sociales, plantea un riesgo significativo para el desarrollo de la sociedad en el contexto de una buena amistad cívica.
De manera análoga a las redes sociales, el teletrabajo (en aquellas situaciones en las que es posible) ofrece diversas ventajas. Para las personas se cuentan, entre otras, el ahorro de tiempo de desplazamiento, el evitar potenciales riesgos del trayecto y una mejor calidad de vida familiar; para las empresas y organizaciones, la reducción de costos y el aumento de productividad asociado a una mayor focalización del trabajo. Por otra parte, sin embargo, como resultado del tipo de interacción que se establece, también tienden a conformarse grupos verticales asociados a áreas funcionales o a temas específicos, que no interactúan entre sí y que se relacionan internamente sobre todo de manera operacional y a nivel racional, con códigos que pueden llegar a ser propios. Se pierden las conversaciones de pasillo, la familiaridad compartida con los lugares de trabajo, los espacios de cultivo de afectos y las oportunidades de contrastar posiciones y elaborar conflictos.
Haciendo un paralelo con las redes sociales, un resultado altamente probable de esta situación es una mayor desafección de los colaboradores con la organización y un empobrecimiento en la capacidad de evolución de la cultura de la misma para adaptarse a los cambios que vayan surgiendo en su entorno; es decir, un debilitamiento de su capacidad de prosperar e incluso de sobrevivir.
El desarrollo aún incipiente del teletrabajo y la consideración de los aprendizajes surgidos de la experiencia con las redes sociales ofrecen la oportunidad de explorar diseños que puedan mantener los beneficios asociados al trabajo remoto, previniendo, a la vez, los riesgos sobre la continuidad de las organizaciones.