Por Carlos Vignolo, académico del departamento de ingeniería civil industrial, Universidad de Chile.
Chile sigue escalando posiciones en el trágico ranking de los países más afectados por la pandemia del Corona Virus. Somos ya Nº1 en el número total de contagiados y en los nuevos contagios por día por millón de habitantes.
En número de muertos, que era el ámbito en que íbamos comparativamente bien, con los 3.069 nuevos muertos asignados al Corona Virus, llegando a un total de 7.144 personas fallecidas por esta causa, empeoramos drásticamente en ese indicador .
Los sistemas públicos de salud chilenos han demostrado una gran capacidad para resolver mejor que otros países los casos críticos, pero la ocupación de la infraestructura se acerca a sus límites y la salud y energía del competente, corajudo y noble personal de salud inexorablemente se deteriora.
¡Y hoy, recién hoy, empieza el invierno ¡Tenemos aún tres meses de frío y otros virus por delante!
¿No será este un buen momento para hacer innovaciones radicales? Para comportarnos generosamente, fraternalmente, compasivamente, como una gran familia. Hasta en las familias más unidas suelen ocurrir conflictos mayores que separan miembros de ella hasta el extremo de cortar toda relación. Suele ocurrir también que la muerte de uno de sus integrantes los haga encontrarse, abrazarse y, eventualmente, recuperar la relación.
Son hoy miles de nuestros conciudadanos los que mueren y millones los que sufren. ¿No será entonces el momento de hacer eso? Comportarnos como una familia herida por una gran tragedia.
¿No será este ya el momento para que el Gobierno reconozca, humildemente, que tiene incompetencias y limitaciones para asumir solo la gestión de la pandemia? Para aceptar que requiere de todas y todos quienes tienen algo que aportar a ello. El nuevo Ministro de Salud ha dado señales positivas en esa dirección. Pero se puede ir más lejos, avanzando a una gobernanza sanitaria compartida, en que todos los otros Poderes del Estado, las Asociaciones de Profesionales de la Salud y otras organizaciones relevantes trabajen como un solo cuerpo, como una comunidad integrada y coordinada, con un elevado nivel de consciencia y sentido de urgencia.
¿No será ya el momento de declarar, humildemente, como país, nuestra incapacidad para manejar solos esta brutal pandemia y pedir ayuda humanitaria internacional? En el hemisferio norte la pandemia ha cedido, algunos países vuelven gradualmente a la normalidad y miles de profesionales de la salud quedan “desocupados” y con una gran y variada experiencia en el manejo de la pandemia, en sus variados ámbitos de acción. Es muy probable que muchos países y personal sanitario estén dispuestos a participar de una misión humanitaria multinacional en Chile. Ser candidatos a ser el país más dañado por la pandemia y el hecho de que esta esté golpeando muy concentradamente a los sectores más pobres, incluyendo inmigrantes, puede hacer mayor la disposición a colaborar.
¿No será ya el momento de usar el canal de comunicación entre el millón de estudiantes de educación superior con sus profesores, probablemente varias decenas de miles, para, en vez de seguir “pasando materia” y “tomando pruebas”, lo usemos para capacitarlos, empoderarlos e invitarlos a transformarse en actores de primera línea en la gestión de la pandemia? Ellas y ellos colaborarían en la contención emocional. Contribuirían a que las normas de protección se instalaran más fuertemente en la población. Serían una contribución al rastreo y monitoreo de contagiados que permanecen en sus residencias. Colaborarían en las labores de logística, tales como entrega de alimentos y medicamentos, etc.
¿No será este un buen momento para echar las bases de un Nuevo Chile, un país más solidario, más justo, más igualitario, con mayor confianza interpersonal, más aceptativo de la diversidad, más compasivo? Más humano. No olvidemos que, por debajo de esta catástrofe, vive aún el combustible del “estallido social”. ¿No será este un momento muy propicio para entender que sin cohesión social no hay sociedad viable? Que sin capital social no hay democracia estable ni desarrollo integral sustentable.
Sí. Definitivamente. Es un momento para detenernos, reflexionar, no sólo desde nuestra mente sino también desde nuestro corazón, y atrevernos a hacer innovaciones radicales. Un momento para que todas las personas de buena voluntad entiendan que esto es un imperativo ético. Un nuevo y mucho mejor país surgirá desde este drama si nos comportamos así.
Fuente: El Divisadero