Teresa Valdés: “Entre los hombres existe un pacto tácito para mantener el poder”

Las coautora del libro “Veinte años de estudios de hombres y masculinidades en América Latina” repasó las claves que moldean la esencia de ser hombre hoy, advirtiendo que la carga cultural no es fácil de erradicar por la “comodidad” que ha significado dominar el poder a lo largo de los siglos.

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En 1998 se realizó la que, quizás, fue una de las primeras conferencias masivas en nuestra región dedicada a discutir temas de hombres y masculinidades: Masculinidades y equidad de género en América Latina: desafíos desde las identidades masculinas. Dos décadas después, muchos de quienes participaron en ella volvieron a reunirse para reflexionar sobre los avances, oportunidades y desafíos en este campo de estudio.

Este libro “Veinte años de estudios de hombres y masculinidades en América Latina” reúne la versión revisada de las ponencias presentadas en este último encuentro. RH Management conversó con Teresa Valdés, socióloga de la Universidad Católica y coautora de este libro que se hace cargo de la dimensión masculina, arista muy poco extendida y profundizada a la hora de abordar los temas de género y equidad.

En tiempos en que se releva el rol de las mujeres, ¿cuáles son los temas de la masculinidad hoy?

Si lo miras desde la perspectiva de género, el tema de hombres y masculinidades evidencia cambios culturales que van reformateando las definiciones, hay ciertas maneras que han sido y son hegemónicas, que están siendo cuestionadas, que no están respondiendo a esa manera de ser hombre que no van con las relaciones con las mujeres hoy. Y esto produce tensiones. Ya a principios del siglo XX, con la invasión de mujeres al espacio público y del trabajo, se anota de las primeras tensiones en las relaciones por la amenaza a la definición de masculinidad tan ligada a la condición de proveedor, ya que cuando las mujeres comienzan a ganar dinero ya no son proveedores exclusivos y se fisura esa definición.

Pero eso de por sí fue un avance…

Pero no se da tan fácil. Cuando uno se pregunta, por ejemplo, qué pasa con la violencia doméstica, la violencia intrafamiliar, la violencia de pareja, esto refleja la tensión. Está estudiado en México de cómo el hecho que las mujeres ingresen masivamente al mercado de trabajo es, por un lado, una posibilidad para las mujeres de salir adelante y de manejar mejor las cosas, pero también las expone a mayores riesgos de violencia, precisamente por la disputa respecto de la autoridad y del poder en el espacio doméstico. Entonces, si tú me quieres preguntar si ha habido cambios, lo que uno puede mostrar es que hay cambios en la manera en que los hombres ejercen hoy día “la paternidad”, por ejemplo. Esta aparece como un nudo, un ámbito desde el cual se incorporan nuevas maneras, un valor desde el cual se puede cimentar la construcción de hombres jóvenes, pero eso no quiere decir que hoy estemos en un mundo mucho mejor ni nada parecido, porque sigue siendo la maternidad una tarea casi exclusiva de las mujeres.

¿De qué dependen los cambios?

Es difícil, porque aquello que llamamos la división sexual del trabajo, que no es para los hombres un asunto de que “yo soy buena persona, en mi casa yo cambio las cosas y los roles se redistribuyen”, sino que todo está traspasado por un modelo económico, social, cultural que se basa en el trabajo gratuito de las mujeres, que es el trabajo no remunerado, donde la carga doméstica socialmente le sigue perteneciendo a las mujeres.

Entonces, independiente de la comparación de roles, ¿cuál es la importancia de hacer el estudio de la masculinidad?

En el estudio de los hombres y masculinidad, por supuesto, que aparecen estas tensiones, pero se orientan más bien a analizar cómo se producen y se reproducen esas identidades, esas representaciones de ser hombre. En el libro tú puedes ver que hay cuestiones más históricas, hay cosas muy interesantes que se plantean, por ejemplo, la interseccionalidad, o sea, no es lo mismo ser un hombre blanco, urbano, que ser un hombre negro en Colombia. Hay un bello trabajo de Mara Viveros precisamente sobre el tema de la masculinidad de color, “los colores de la masculinidad” y entonces el libro apunta y se basa y busca la comprensión de las masculinidades y las maneras de ser hombre.

¿Cuáles son algunos ejes en el estudio de la masculinidad?

Un aspecto principal es el de las políticas públicas. Porque tú te puedes preguntar, ¿existen políticas públicas que vayan dirigidas a los hombres? Sí, pero están formuladas en negativo y tienen relación con la violencia que los acompaña o con el abandono hacia sus familias o sus hijos. Las políticas públicas tienden más bien a ir en el reducir, controlar, y no en positivo, esas conductas y desde ese prisma las evaluaciones que se hacen de sus resultados -cuando los hombres van forzados hacia el reconocimiento de estos temas- no es buena. Otro aspecto interesante es el impacto de los modelos de masculinidad sobre la salud de los hombres que deriva en la sobremortalidad masculina, es un concepto que ya existe en salud, no porque los hombres sean débiles, es porque resulta que los modelos culturales hacen que los hombres sean arriesgados o no se reconocen como vulnerables en materias de salud y, por lo tanto, no van al médico, sino hasta que es muy tarde.

Entonces tú puedes ver cómo es la cultura la que finalmente va formateando las vidas de los hombres con resultados tan negativos para los propios hombres y también para las mujeres, y obvio, para los niños. Por eso el libro y las conferencias recogidas han sido extraordinariamente valiosas, porque ponen los signos de interrogación de cómo es que se puede transformar, qué es lo que se puede hacer desde distintas aristas para ir cambiando unas relaciones de poder que terminan siendo negativas para los hombres y para las mujeres.

Si se identifica lo cultural como una carga en la conducta, ¿por qué no se aborda así, de manera amplia?

La respuesta única sobre los hombres no existe, porque los ellos son tan diversos como somos las mujeres, hay circunstancias que favorecen, otras que desfavorecen, hay privilegios que se usan de una manera u otra. Para mí siempre ha sido sorprendente que los hombres no se organicen como hombres para cambiar su condición, para poner las luces y la lucha sobre estos temas, pero eso se explica por “el dividendo del patriarcado”. O sea, es cierto que ser hombre tiene factores y cargas negativas, sobre todo en términos psicológicos, se puede ver en los índices estrés, el alcoholismo, drogadicción, y el suicidio, que es más alto en los hombres que en las mujeres. Pero aún no he visto los movimientos de hombres diciendo que queremos cambiar las condiciones, porque de alguna manera aquello que llamamos el dividendo del patriarcado es fantástico, o sea, todavía llegas a la casa y todavía puedes golpear la mesa y decir dónde está la comida lista, y llegar y que los niños estén listos. Si es súper agradable, entonces, ¿cuál es el motor de cambio? Hasta ahora seguimos siendo principalmente las mujeres y algunos grupos de hombres que tienen una visión, digamos, de compromiso mayor con la felicidad de los hombres en general y de la igualdad, entonces, por eso, el tema es preocupación hasta de las Naciones Unidas, de cómo avanzar hacia masculinidades que sean proclives hacia la igualdad.

¿Cómo avanzamos? Porque lo que menciona es culturalmente muy profundo, “la comodidad” de detentar el poder en todas sus relaciones.

Imagínate que hay situaciones complejas, cuando tú ves en la política, que es uno de los espacios donde hoy día las mujeres estamos claras y definitivamente insertas, tú ves cómo en los pactos masculinos prevalece la voluntad de no abrir espacio a “las nuevas jugadoras”. Ese es el pacto masculino que dice como “por favor, defendamos no que lleguen las mujeres”.

¿Existe un pacto secreto o tácito para mantener el poder?

Pero si es cultural, no tienen ni que hablarlo. Imagínate tú puedes leer los testimonios de cuántas mujeres en la política, que cuando van ampliando su influencia, las decisiones se van tomando en otro lugar. Cuando se toman las decisiones en la reunión del comité no sé cuánto, ahora las decisiones se toman o en el pasillo o en el baño, donde te fuiste a algún partido de fútbol, o donde jugaste, y llegan con la decisión ya tomada. Está documentadísimo. No es que se diga “vamos a ir los hombres contra las mujeres”. No, pero los acuerdos entre hombres son muy simples. Además, encuentran que las mujeres somos una complicación. 

¿Qué se puede hacer para intervenir en esta inercia?

Hay cosas muy interesantes realizadas en México, de agenda, sobre en qué planos había que intervenir -que podrían darse en países como Chile- y que recogen experiencias, por ejemplo, en Europa, que avanza hacia que en el comercio todos cierren a cierta hora y es posible que los hombres y las mujeres se vayan a su casa a cierto horario. Hay que buscar la manera. Pero, de nuevo, existen   condiciones laborales y exigencias que hacen muy difícil que los hombres puedan modificar, y que inciden de esa manera en su vida y la relación con su familia, con su pareja, con su padre, o con las personas que sean. El trabajo en la minería, los turnos, la rudeza de la faena, por ejemplo, acentúa los conceptos más arcaicos de masculinidad.

¿Dónde vamos a estar en 20 años más?

Es imposible que yo te diga, porque es muy heterogéneo. O sea, si en el fondo, en esta misma realidad que tenemos hoy día coexisten distintas maneras de ser hombre y en distintas situaciones. Hay todo un mundo de hombres en el poder, de hombres en la empresa, de hombres en las transnacionales, donde las maneras de ser hombre están cómodas. Pero también te encuentras con toda una población de jóvenes que están absolutamente en otra película, que están buscando relaciones más igualitarias. Entonces coexisten, pero no hay ninguna certeza de cómo esto va a evolucionar. No hay ninguna garantía que eso sea permanente, porque la estructura social, principalmente los temas del mercado de trabajo, es muy determinante.

En suma, la relación masculinidad y poder es una carga histórica y cultural cuyo contexto es difícil de romper.

En la masculinidad siempre hay poder. Si las relaciones de género son relaciones de poder y cuando hablamos de masculinidad estamos hablando de quienes ejercen el poder. Entonces, el tema siempre es dónde cambio esa relación de poder, dónde cedo poder o cómo me siento validado independientemente de tener o no tener ese poder. Entonces, ¿cómo se va a ir ajustando esto? Con mucho conflicto y con muchas crisis personales, que se dan cuando definitivamente no puedes cumplir con el mandato social culturalmente heredado, y se agudiza cuando los modelos ya no se van ajustando. Estamos en una tremenda crisis. No la dicen, no la expresan, pero uno pregunta a los psicólogos y los psiquiatras, piensa lo que pasa con los niños, piensa lo que está pasando con niveles de violencia en otros ámbitos. Todo eso tiene que ver con masculinidades y los cambios. Son estas definiciones las que están en crisis.

 

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