Soy cuerpo, luego el resto…

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La destacada bióloga nacional lleva años construyendo el Modelo de Integración Cognitivo Corporal; comparte sus fundamentos y hallazgos en el mundo de las organizaciones. (Publicado en RHM 81, septiembre 2014)

Es difícil transitar desde un conocimiento que propone de forma sistemática un cúmulo de cosas que aparecen como obvias, que se nutre además de una disciplina con estatus de ciencia, como es la biología, y que a la vez te obliga a reflexionar con la profundidad de un paradigma nuevo. Carmen Cordero tiene como foco de su trabajo la naturaleza del hombre y una de sus definiciones centrales : el cuerpo.

La entrevista que sigue, nos invita a un cambio de conciencia, señalando que el cuerpo es el único espacio físico en que habita el hombre y, además, que este funciona un sistema auto-organizado, por lo tanto es imposible de controlar. Con estos hallazgos se vienen abajo las nociones de sujeto y objeto que definían la relación entre mente y cuerpo, respectivamente. Ahora estamos frente a dos caras de una misma moneda: la completitud de un ser humano que tiene en el cuerpo su fuente de identidad más visible.

Carmen Cordero es fundadora y directora del Centro de Integración Cognitivo Corporal (CICC) y trabajó (1985-1995) en el Laboratorio de Neurobiología y Epistemología Experimental de la Universidad de Chile, junto a los doctores Humberto Maturana y Francisco Varela. En esa instancia desarrolló su tesis en el tema de las emociones desde una perspectiva neurobiológica y con el conocimiento adquirido en el campo del comportamiento humano, crea el Modelo de la Integración Cognitiva Corporal y las herramientas que componen el Método ICC.

Cordero plantea que nuestra cultura creó un tipo de reflexión en la que al hablar de identidad de la persona se la identifica con un Yo: “Es un espacio que tiene que ver con el lenguaje y las habilidades cognitivas del lenguaje y que se identifica con esta emergencia que es el Yo, y el cuerpo es el objeto de ese Yo, está debajo y no se ve. El trabajo con el cuerpo tiene que ver con nuestra identidad, no es algo separado”. Esta operación a gran escala que funciona por siglos como una verdad en occidente, para Cordero cambia debido a los hallazgos de las neurociencias, que muestran como el Yo y todas “esas capacidades reflexivas, cognitivas, que tienen que ver con todo lo que la persona aprende a hacer desde el lenguaje, y se van constituyendo en la posibilidad de intencionar un aprendizaje, un saber hacer, un saber conocer…, hoy día la neurociencia nos muestra que todo eso emerge de funciones del cuerpo, emerge de estados cognitivos del cuerpo”, afirma la científica.

Cuerpo y organización

Carmen Cordero trabaja  el último tiempo en el contexto organizacional y aprovechamos la oportunidad de llevarla a ese terreno. En el CICC definen a las organizaciones como sistemas relacionales complejos, que buscan crear valor y bienestar, pero a través de la cooperación entre la organización y el entorno. “Desde nuestro punto de vista, lo que está distinguiendo y pretende una organización, es generar un equipo efectivo y productivo, por lo tanto la unidad no es la persona, sino el grupo”. Pero lo central es distinguir que la unidad base del grupo, que es la persona, está compuesta de habilidades cognitivas y corporales”, enfatiza.

Existe un determinismo cultural que está dado por el cuerpo”, sin embargo, hay una libertad (“una gran libertad”) que surge de “la posibilidad de elegir focos de atención desde el lenguaje y ahí se abre evolutivamente el salto cuántico del ser humano. Sigue siendo mamífero y en esta maravillosa capacidad, es el cuerpo el que es autónomo, no es el Yo. O sea, el cuerpo se muere y todo termina, en cambio pierdo el Yo y el cuerpo sigue autónomo”. El individuo tiene una identidad, que distingue estructuras físicas relacionadas con estructuras cognitivas, que a su vez son propias y particulares a cada individuo. Esto llevado a las organizaciones, permite a través de esa identidad ver la coherencia entre la persona y el rol dentro de la organización. “Pero no se trata sólo de buscar el currículo de los aprendizajes en la cognición reflexiva, sino cuál es el cuerpo que lo acompaña”. Por ejemplo, la habilidad tanto de comunicarse, como de hacer un informe, requiere -para ser consistente- de una coherencia entre lo que se siente, lo que se piensa y lo que se hace. “Esa coherencia es una identidad total que tiene lenguaje y tiene cuerpo”.

“Entonces, parte de nuestro estudio ha sido determinar y entregar ciertos criterios para el trabajo corporal. Esos criterios tienen que ver con cuál es la estructura del cuerpo y cuál es la correlación que existe entre esa estructura y los recursos cognitivos que esa persona tiene”. Cordero agrega que todos los aprendizajes tienen que ver con la ontogenia y la historia. “Poseo una historia y una estructura. Dentro de esa historia tengo la constitución de una identidad en el lenguaje que está modulada con una identidad física y la coherencia entre esas dos identidades me permite crecimiento, expansión, mayor plasticidad o bienestar. Esto repercute directamente en la creatividad, en la capacidad productiva y de resolución de problemas. Pero no puedo tener capacidad resolutiva si mi cuerpo está contraído y estoy angustiado. Cuando hablamos de angustia, hablamos de un estado corporal, por lo tanto, si estoy acoplado en un hacer con un grado importante de incoherencia, entre mi naturaleza física y esta identidad en el lenguaje, no puedo resolver las  cosas”.

Cuerpo y lenguaje

En el orden organizacional, lo clave es la estrategia. Cordero aclara que la estrategia se arma “desde lo que tengo, no desde lo que no tengo”. Es central reconocer el cuerpo y la identidad cognitiva, ese es el punto de partida. En el fondo todos pueden cumplir un objetivo, la diferencia se logra en el cómo. “Trabajamos en general las estructuras del cuerpo, para eso hacemos el diagnóstico bio-atencional porque alude a una biología, que da emergencia a las funciones cognitivas desde las funciones atencionales”. Con el diagnóstico, continúa la experta, se mueve el cuerpo en coherencia con la autonomía de ese cuerpo estudiado. “El cuerpo es autorreferente, sin embargo, lo observamos en su acoplamiento con otros cuerpos y vemos los tipos de sinergia que se producen con ellos. La empatía necesaria para cumplir un objetivo determinado en un grupo depende si estableces la conexión desde el cuerpo o no, si no es así se pierden las sinergias en el grupo”.

En este grupo aparece la “ arquitectura relacional sinérgica”, en la que se considera tanto la constitución física, que se mide a través del diagnóstico bio-atencional y se observa en el acople entre los cuerpos y el tipo de conversaciones dentro del grupo (estudio del lenguaje). “Nunca puedes dejar de trabajar la identidad en el lenguaje, porque es una misma cosa, son dos caras de una misma moneda, no es que me corto la cabeza porque quiero fluir con el cuerpo, la cabeza es fundamental”. La bióloga asegura que cuando se logra coherencia e integración entre los cuerpos de un equipo, aumenta la plasticidad individual y de la organización. Se trata de que el individuo está ahora completo, integrado en el cuerpo y en el lenguaje lo que le permite tener “una sensación de sí mismo más clara”, por lo tanto es capaz de ver al otro en la relación.

“Si no estoy completo hay una tensión, hay un tema aquí en cómo generar la posibilidad  de respeto. Si estoy angustiado, si me siento más o menos que el otro, si juzgo la capacidad del otro porque no hace lo que quiero, todo eso tiene que ver con mis propias capacidades. Entonces no puedo verlo, pierdo la posibilidad de sinergia, no puedo acoplarme”. En esta perspectiva hay una mirada ética que se potencia  en el tema de la diferencia. “Cuando me distingo, distingo la diferencia y ahí puedo ver al otro. Aquí puedo pedir sin provocar estrés en el otro, pedir desde su habilidad, desde sus recursos y ayudar a completarlo incluso, a que él también se vea. Ahora ambos provocamos sinergia”.

Plasticidad versus control

Consultada por la necesidad de transformar las organizaciones para que funcionen bajo un nuevo paradigma corporal, Cordero se hace cargo de reflexionar sobre uno de los aspectos más críticos: el poder y el control. Parte haciendo la distinción que el cuerpo no tiene control centralizado para operar, “el comportamiento no es controlado por el sistema nervioso central”, y opera bajo una modulación de muchos sistemas que llama  “control descentralizado”. Este se caracteriza por tener “muchos controles que van haciendo sinergias hasta hacer una totalidad”. Por lo tanto, la bióloga plantea que el control visto como un proceso de centralización, que además se localiza en un punto, puede llevar a una organización a que funcione, pero no logrará la plasticidad que se requiere. “Ahí aparece que el cuerpo es tremendamente plástico y el sistema nervioso igual, todos estamos transformándonos permanentemente y en esas transformaciones están los controles descentralizados, que van sosteniendo esta totalidad que funciona con una plasticidad única”.

El cuerpo y el lenguaje siempre están integrados, lo que se trabaja es el cómo se integran. Esos cambios ocurren porque la relación está enferma o porque el contexto plantea exigencias que obligan a crear una nueva integración cuerpo- lenguaje. “Es cómo el cuerpo tiene habilidades cognitivas que modifican el cómo se está moviendo con este lenguaje y viceversa, y el lenguaje tiene que generar cambios importantes en sus creencias para integrar estas habilidades cognitivas del cuerpo y tenerlas a disposición de estas estrategias”. Aclara que las estrategias son siempre territorio del lenguaje. La historia de vida de un cuerpo genera aprendizajes de disposiciones a la acción que son automáticas. “Cuando hablo del conocerse, es conocer esas repeticiones y eso te permite saber todos los recursos que tu cuerpo tiene”.

“Se requiere una consciencia de sí mismo y para crear esa plasticidad, todos podemos cambiar en un grado nuestra estructura cognitivo corporal. En la reflexión puedo cambiar todas las creencias que quiera, en el cuerpo no puedo cambiar todo lo que se me ocurra. Pero si distingo que es aquello que tengo que mantener, que corresponde a mi identidad más profunda, que es además de donde voy a generar mi mayor capacidad cognitiva. Esa capacidad de expansión, de plenitud, llega a esos estados, pero son instantes. Legan en un momento que estoy en la organización y debo aprender a tener la consciencia para ir generando eso”.

Emociones y salud

Según la experta, las organizaciones requieren de una plasticidad para gestionar sus cambios, porque la aceleración de los procesos es muy alta, por lo tanto, un control centralizado les hace perder esa oportunidad de ser más flexibles. Pero no desconoce la importancia del control. El tema es cómo se organiza en el espacio de la organización, porque el estrés que provoca – el control – es el que permite el desarrollo de nuevas redes cognitivas, “es el punto que asegura un cambio evolutivo”. Tiene algo que ver la necesidad. Está la posibilidad de crear redes atencionales que habitualmente no se tienen y ahí surgen los consecuentes nuevos aprendizajes. El miedo es un actor relevante en esta escena, ya que moviliza, pero el tema es cuánto, para que no logre el efecto contrario. Hay  que estar de forma coherente en esa emoción, que para Cordera es parte de una plataforma compuesta por cuatro emociones básicas: miedo, tristeza , rabia y alegría. Aquí se originan recursos adaptivos y lo que hay que trabajar a nivel corporal “es no quedarse pegado en una sola disposición corporal” , ya que con esto la persona se enferma.

Cree que los cambios y el crecimiento, vienen por el lado de la necesidad. Está de acuerdo en  que aparece como difícil avanzar en los desafíos que se presentan, pero asegura que la necesidad de cambiar para las organizaciones permitirá la expansión que habla. Asegura que hace 15 años nadie del mundo de las empresas pedía diagnósticos bio-perceptivos y eso cambió significativamente. El paradigma anterior pone exigencias de productividad que enferman a la gente. “El cuerpo entra aquí como una identidad, porque el que se enferma pone límites es el cuerpo, y el límite de toda innovación que se me pueda ocurrir lo va a poner también el cuerpo”.

Consultada respecto a si esos enfoques de salud laboral que hablan de una cierta explotación mental, con exigencias de tipo cognitivas y emocionales, la experta es enfática en señalar que no observa cambios en relación al cuerpo. “Es la misma cosa, con estrategias distintas”. El (auto) conocimiento de alguien está determinado por la percepción, por su cuerpo, y de ahí emerge y crece. “No digo que está limitado, sólo digo que hay reglas, hay un orden. No es lo que a mi se me ocurra. No se trataría de elegir un sueño en la vida y programarse para cumplirlo. Lo puedo cumplir, pero pasarlo muy mal y darme cuenta que estoy angustiado, porque no tiene que ver con mi naturaleza profunda. Eso es cada vez más común. La cantidad de ejecutivos jóvenes que llegan acá, que son muy exitosos y que no pueden dormir, no pueden gozar, no tienen relaciones sexuales, es preocupante. La sexualidad en estos ejecutivos es un referente puro de bienestar, es la energía más propia de esa edad y la cabeza se está comiendo la energía del cuerpo”, finaliza.

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