Falta de infraestructura, alta tasa de riesgos psicosociales e inequidades estructurales en materia educativa y laboral. A eso se enfrenta toda mujer que decide ingresar al área minera. Conversamos sobre las causas y las posibles soluciones, a través de la mirada de dos expertos. Hablamos de Carla Rojas, coordinadora de Inclusión y Género, en el Observatorio de Gestión de Personas FEN U. Chile, y Max Dollmann, médico especialista en salud ocupacional y socio fundador de Workmed.
¿Cuáles son los ejes que determinan la calidad de vida y el bienestar de las mujeres en la minería?
El año 2010 se hizo el primer estudio en salud mental y género en la industria minera. Según Carla Rojas algunos de los aspectos determinantes para mejorar la calidad de vida y el bienestar de las mujeres están en la infraestructura. Esto es, el nivel de satisfacción de las mujeres en los campamentos mineros. Asegura que se debe apuntar a dos cosas: cuidar que existan espacios de recreación seguros, además de facilitar la accesibilidad a habitaciones seguras y salas de cambio.
“Es clave preocuparnos de factores como los riesgos psicosociales, relativos a acoso sexual, discriminación y temas de salud mental. Poner el foco en un cambio social, basado en la corresponsabilidad en el cuidado de los hijos y el hogar. Además, es crucial que las mujeres tengan oportunidades de desarrollo plenas en la industria”, agregó.
La experta recalca que existe un desarrollo femenino que se ve truncado, muchas veces de forma arbitraria e injustificada. Actualmente, las mujeres embarazadas no puede trabajar en una faena que esté sobre los 3.000 metros sobre el nivel del mar. “Si eso lo comparamos con otras industrias, como la aeronáutica, eso no es tal. En aviación – un área en donde Workmed es especialista – una tripulante de cabina o mando puede desarrollar su trabajo sin problemas porque se ha determinado, por medio de estudios, que solamente durante el primer y tercer trimestre de gestación existe riesgo efectivo. No es una prohibición rotunda, hay excepciones. Falta un criterio más amplio”, comentó Max Dollmann.
¿La diversidad y la inclusión impacta en la salud laboral de las mujeres?
Para la mirada de Rojas impacta en todos los ejes que podamos imaginar. La falta de mujeres en el área minera provocó que hasta hace poco no se tuvieran protocolos claros en el caso de una hemorragia a gran altura, lugares en donde puede no haber un policlínico cerca.
Otra área relevante es en salud mental. En el último estudio Mujer y Minería 2022, se concluyó que el 36% de las mujeres en la industria siente que aún existe discriminación hacia ellas, y de manera frecuentemente. Ya sea por falta de baños y acoso verbal. El 10% de ellas tiene temor a ser acosada en su lugar de trabajo. Sufren de sentimientos de no pertenencia, agobio y estrés.
“No es solo una broma o chiste sexista. Son malas prácticas que se van acumulando y tienen un impacto. Esto, sumado a una invalidación social de sus competencias técnicas hace que, para validarse ante su entorno, las mujeres tiendan a sobre exigirse”, y añade que esta combinación podría tener efectos incluso mortales.
En 2016, se realizó un análisis del caso de una operadora que falleció durante su turno nocturno: “no sabemos si las mujeres en minería pueden descansar plenamente en su domicilio, considerando que muchas también cuidan a sus hijos pequeños (…) Tenemos que avanzar en el enfoque cultural con enfoque de género. Esto requiere que hombres y mujeres cambiemos”.
¿Cuáles son las claves para avanzar en salud y bienestar laboral para las mujeres en minería?
Según Dollmann, los desafíos sanitarios inician en proveer de instalaciones adecuadas tanto para procesos lactancia, campamentos dormitorios seguros, policlínicos más cercanos y habilitados para dolencias femeninas: “Además, requerimos con premura hacer mayor investigación en hacer más específicas las evaluaciones médicas y de salud, atendiendo las diferencias entre mujeres y hombres”.
Respecto al bienestar, Rojas insiste en visibilizar el talento femenino, para dejar atrás la mirada sexista y sexualizada. Un esfuerzo que debe incluir alianzas público-privadas. Aclara que, en los últimos años, 62 mil mujeres egresaron en carreras específicamente mineras, pero solo trabajan en el área 32 mil de ellas. “Debemos avanzar desde la escuela, pasando por la selección y la evolución de carrera. Una mujer practicante puede demorar hasta un año en encontrar práctica profesional, mientras que los hombres al tercero de egresar están a un nivel de supervisión”, concluyó.
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