Por Gastón González Bonifati, gerente de recursos humanos para Rappi Chile, Argentina, Ecuador, Perú y Uruguay.
La angustia colectiva que vivimos durante los años de restricciones por la pandemia de Covid-19 dejaron huellas físicas y mentales que decantaron en un nuevo modo de relacionarnos en todos los ámbitos, y que, por supuesto, incluye también el laboral. Hemos leído, escuchado noticias y, posiblemente, conversado con amigos y familiares sobre cómo debía ser el regreso a las oficinas e incluso si era necesario hacerlo. Hoy, estamos comenzando a ver el emergente de una experiencia que cambió para siempre nuestras vidas. Y como responsables del bienestar de nuestros empleados, las áreas de gestión de personas y líderes de nuestras organizaciones tenemos que empezar a tomar decisiones concretas para abordar las nuevas situaciones que se plantean.
La salud mental es un elemento clave para la gestión de equipos de alto rendimiento. Ya lo intuíamos y se presentaba como una necesidad, pero, la pandemia agudizó la necesidad de que los líderes fomenten los espacios de comunicación y de intercambio con los equipos de trabajo y a su vez de que incentiven programas de balance vida-trabajo, ratificados con el ejemplo.
Según el estudio “Felicidad mundial 2022” realizado por Ipsos, los chilenos califican su felicidad por debajo del promedio mundial (con un 53%). Y en la misma línea, se plantea que el factor que más influye en la felicidad de los chilenos y chilenas es la salud mental. Como responsables de la gestión de personas en las compañías, este es un dato que no podemos dejar pasar.
Hoy, es tan importante ofrecer a nuestros colaboradores sesiones de atención psicológica, por caso, o de coaching con profesionales especializados en rendimiento mental, descanso, alimentación y manejo de la energía vital y estrés, como compensaciones económicas. Incluso, en la demanda de parte de los trabajadores encontramos el acento puesto en lo afectivo, como una inquietud que va más allá incluso de lo racional. Estimular la espiritualidad, con herramientas de balance y meditación, disponibles para usar en cualquier momento del día, tiene efectos muy positivos en los equipos. No nos tiene que dar vergüenza: los seres humanos somos carne y espíritu, no podemos escindir una dimensión de otra.
¿Qué hacemos las empresas para que el trabajo sea más humano? ¿qué iniciativas tenemos para reintroducir el afecto, la compasión, en definitiva, el amor, en las relaciones dentro de nuestras organizaciones? ¿cómo logramos poner en valor la dimensión espiritual de las personas con las que compartimos decenas de horas por semana de nuestras vidas? Estas son las preguntas que tenemos que hacernos para poder lograr entornos de trabajo saludables, de forma completa.
Escuchar, tener empatía, no tener miedo de hablar de nuestras angustias, ponernos en lugar del otro, entendernos, comprendernos. Quienes tenemos responsabilidades en la gestión de personas dentro de las empresas sabemos lo complejo que fue atravesar los últimos años para todos. Por eso, rompamos tabúes: hablemos de salud mental en la oficina, fomentemos la espiritualidad de nuestros trabajadores e implementemos políticas que los acompañen en su día a día. El bienestar será una variable clave para alcanzar los objetivos que nos propongamos como negocio.