“A nadie le gusta que nos interrumpan cuando estamos concentrados en una tarea, pero es algo que todos vivimos con frecuencia y, seamos sinceros, también hacemos. Seguramente influye mucho que hemos perdido la atención sostenida por el multi estímulo al que estamos sometidos. Pero también es cierto que la forma de trabajar en espacios más abiertos promueve que cada vez más nos interrumpan más veces y pensemos: “¿Qué estaba haciendo?”.
Así comienza un artículo publicado en la última edición de la revista española Telva. “En concreto, son 23 minutos lo que tardamos en volver a concentrarnos después de una interrupción, según un estudio de la Universidad de California.. Te propongo que si no tienes claro que este artículo es para ti, hagas el ejercicio de multiplicar por 23 las veces que te interrumpen. Seguro que después leerás los siguientes consejos con muchas más ganas”.
Esta apelación que realiza el magazine ibérico al lector casi no tiene argumentos en contra.
En efecto, ahora que la presencialidad es requerida en mayor grado en muchas compañías, las interrupciones producto de la interacción -a veces no solicitada- con otros colaboradores reasomó como el convidado de piedra en muchos puestos de trabajo.
La publicación apunta a que distintos estudios académicos “e innumerables anécdotas” afirman que son las mujeres las que más interrumpen cuando son superadas en número por los hombres en el ámbito de los negocios, y en muchos otros. ¿Pero ocurre también en los casos en los que la mujer se encuentra trabajando en algo? ¿Impone y se respeta más la imagen de un hombre concentrado?
Aunque el grado de concentración requerido pueda cambiar entre un puesto de trabajo y otro, la realidad es que la mayoría de los empleos necesitan momentos de concentración, ya sea para hacer un informe, pensar un plan, elaborar una estrategia, escribir.
Las mujeres son más interrumpidas también en esas tareas porque transmiten muchas veces con su actitud, e incluso con su postura, la idea de servicialidad. “A menudo ellas encuentran una manera de trabajar y liderar más flexible, mientras que las labores de los hombres se consideran más rígidas y lineales”, asegura dice Leah Ruppanner, profesora asociada de sociología en la Universidad de Melbourne y autora de Motherlands (“Tierras de madres”) donde habla sobre la carga mental “ese hilo que trae tu familia a tu vida laboral”.