Por Rodrigo Rojas Foncillas, director general de personas de la Universidad San Sebastián, primer gerente de felicidad organizacional en Chile y LA, coach, conferencista y consejero de beside®.
Estando ad portas de fechas significativas para todos nosotros como Navidad, cierre de año -con los análisis que podemos hacer de lo hicimos bien y lo que tenemos que mejorar- y posibles y eventuales próximas vacaciones (a estas altura la pregunta es ¿podremos salir? y ¿dónde?) nos vemos nuevamente expuestos a lo que (casi) todos/as suponíamos que pasaría: aumento de contagios de COVID19 en nuestro país y las nuevas medidas que la “autoridad sanitaria” ha impuesto, necesarias -por cierto- pero pareciera ser que nunca serán suficientes.
Este fin de semana estuvimos nuevamente en cuarentena en nuestra región Metropolitana; nuevamente largas filas en los supermercados, centros de venta, “tacos” en la ruta 68, también largas filas de personas de Pucón; los visitantes que quieren ver el eclipse total en la zona. En el resto del país no es distinto. Conversaba con un emprendedor que hace orfebrería y me contaba que en esta fecha tenia que asegurar su venta porque suponía que en un corto plazo estaríamos de lunes a lunes nuevamente encerrados y me decía: ¿Cómo vendo mis joyas? ¿Cómo las envío a las casas de mis clientes? Me imagino que Ud. también ya ha tenido más de alguna de estas conversaciones con amigos, vecinos, “caseros”, etc. Y vemos también cómo en Europa, España, Alemania y Francia, por ejemplo, ya están definiendo nuevos protocolos y toques de queda. Una vez más, pareciera que volveremos a vivir lo que nos tocó en el primer semestre del año con algo distinto: la esperanza de que la vacuna pueda estar en los meses próximos. En el colegio de mi hija -a la que no enviamos desde marzo y decidimos no hacerlo hasta quizá el próximo año- ya hay una alumna de básica que dio positivo. Sus compañeros, compañeras, profesores y algunos auxiliares, todos, a cuarentena. Insufrible. En las empresas pasa lo mismo, no hay diferencias.
Al igual de todos los países del barrio, hemos sufrido el embate de la pandemia. Y aunque hemos generado los mecanismos para mitigar los impactos del contagio, seguimos en el ojo del huracán con el aumento de contagios en al menos en once regiones del país.
Las empresas también han estado en este proceso. Han tenido que adaptarse, permanentemente, a los nuevos escenarios que se han ido (re)configurando en estos meses. Ajustes en las leyes laborales, con sus dictámenes y varias veces aclaraciones, modificaciones, cambios en las normativas sanitarias, proceso complejo y tremendamente desgastante, cambios en las formas de relacionarnos y, sobre todo, cambios en los focos y proyectos que se tenían para lo que queda de este año y el próximo, en sus metas y en la forma en que podrían presentar su propuesta de valor.
Con toda la complejidad de que estamos viviendo, y a pesar de todo lo que pueda seguir pasando, las compañías de mayor tamaño, al menos, tienen la posibilidad de mostrar una nueva forma de relacionarse, de hacer un cambio, en el cómo nos estamos tratando. Empresas conscientes -o como Ud. quiera llamarlas- son las que podrán marcar el camino que se necesita en nuestro país. Un camino de apoyo, cuidado y acompañamiento, responsable, de sus trabajadores. Personas antes que trabajadores.
Empresas que haciendo acuerdos de mediano plazo con sus ejecutivos, sus trabajadores, sus sindicatos y grupos de referencia, pueden propiciar nuevos y definir nuevos planes de desarrollo, de prevención de riesgos, de retribución y de calidad de vida en era pandemia. Empresas que desde sus directivos y gerentes pueden hacer un nuevo trato, un nuevo acuerdo que claro es, les permita mantener la competitividad en el medio en el que están.
Para ello, las áreas de personas pueden ayudar a definir lo que otros no hacen, lo que otros no “ven”. Quizá uno de los roles centrales que tenemos que empezar a discutir en nuestras compañías es precisamente y considerando el escenario de cambio que estamos teniendo cómo podemos ayudar a desarrollar nuevos lineamientos, o pistas, y benchmark de lo que otras empresas están haciendo para llevarlas como nuevas ideas a las nuestras. Seguir ocupado de tener en stock alcohol gel o mascarillas (me imagino que sigue siendo prioridad), seguir monitoreando y revisando los cambios y ajustes a la. Normativa sanitaria y laboral, seguir haciendo nuevas simulaciones de nuevos escenarios lo tenemos que hacer por supuesto; lo que se viene es influir y pasar a movilizar a quienes pueden tomar las decisiones de cuidado y trato por las personas: los líderes.
Los líderes también son personas de a pie, en términos figurados, lo creamos o no. También tienen sueños, deseos y temores. También se contagian. También tienen familia. Tenemos que ayudarlos a humanizar las relaciones que establecen con sus equipos y sobre todo asesorarlos a tener conversaciones, de esas que valen la pena. Conversaciones que marcan y que abren posibilidades, de esas conversaciones valientes que no hemos tenido. “¿Cómo estás?, “¿en qué estás?, “¿necesitas ayuda?” Estas preguntas son parte de las verdaderas conversaciones que en este escenario podemos tener. Como dicen: “te recordaran por la buena persona que fuiste, no por tus títulos”.
El fin de semana pasado conversé con una consultora colombiana. Me comentaba de sus sesiones de apoyo y acompañamiento con sus ejecutivos las estaba orientando con este tipo de preguntas. Me señalaba que en general la respuesta de ellos era: “nadie me lo había preguntado hace meses”. El tono y color de las conversaciones cambiaba. Claramente. Se abrían espacios que antes no existían en la relación. Entonces, ¿cuántas veces Ud. le pregunta a sus dirigidos/as, colaboradores/as, subordinados/as, trabajadores/as o como los llame en su cultura organizacional “¿cómo están?”, ¿cuántas veces deja “tranquila”su planilla excel y se sienta a conversar con otros de cómo ve al equipo y cómo están en realidad?
Pareciera ser que el momento que vivimos nos invita a parar un poco, a ser reflexivos, compasivos y sobre todo retomar la esencia de las personas: las relaciones que generamos.
Hace años atrás uno de los investigadores y académico de mayor prestigio de en management y liderazgo, Bennis Warris, señaló que el líder es el que usa su poder en forma sabia; lo usa para transformar. Hoy más que nunca esta declaración tiene que hacerse realidad. Sin las personas, las empresas solo son una marca, un edificio y oficinas y, sobre todo, declaraciones vacías.
Hace un par de semanas en el Círculo Ejecutivo de Recursos Humanos, CERH, del cual soy director, generamos un espacio de encuentro -sin agenda- entre más de quince gerentes o directores de personas con el solo afán de saber cómo estaban y cómo habían “vivido” estos meses. No era la intención de contarnos historias o todas las maravillas que nuestras empresas han hecho, ya hemos sido testigo de mucho de ello, sino de conversar nuestras vivencias y experiencias que hemos tenido, nosotros como personas. En estos meses de encierro, incertidumbre y ya cansancio pudimos compartir en una fluida y relajada conversación nuestras experiencias. Fue un generoso encuentro entre quienes trabajamos para las personas y con personas, como todos. Y, también, nos abrió la posibilidad de ampliar nuestra red. Fue un espacio para conversar y compartir, no autocomplaciente, fue un espacio humano. Y ya vendrán los días en que hagamos nuevas redes entre nosotros.
En estos días conversé con un consultor de empresas de gran experiencia que vive en el campo y no ha salido de su casa desde que esto empezó. Solo sale a correr por el sector donde vive. Me contaba que zoom y las otras aplicaciones que usa para conectarse con el mundo han sido único canal de conectividad. Hablamos de su experiencia y la mía en el cómo nos relacionamos por medio de estas aplicaciones. Y la conclusión a la que llegamos es si se puede. Si somos capaces de establecer relaciones y vínculos por medio de una pantalla, ¿cómo no seremos capaces de establecer relaciones cuando estemos presentes (en la presencia presente de la que alguna vez hablé)? Quizás uno de los más grandes aprendizajes es que podemos y si necesitamos relacionarnos. Las relaciones nos dan vida, nos dan pertenencia y sobre todo nos permiten emocionarnos y sentir que seguimos vivos.
No perdamos la posibilidad de poder instalar los temas que a todos nos interesan en nuestras empresas, en un escenario cambiante e incierto, las relaciones de presencia presente con quienes vivimos, con quienes trabajamos y sobre todo con nosotros mismos. Es el momento de cuidar cómo queremos seguir y cuidarnos en beneficio de los demás y nuestro. Podemos hacer la diferencia tremenda si nos damos un tiempo para estar con los demás y solo compartir un “cómo estás” o un “estoy contigo”.