Por Jorge Betzhold, profesor asociado en la Universidad del Desarrollo y profesor visitante en la Universidad de Chile y la Pacífico Business School de Perú.
Como los últimos meses nos han demostrado, el hito de la OMS decretando el fin de la pandemia de coronavirus no debe ser confundido con un regreso a la “normalidad” previa. El mundo cambió. La pandemia aceleró una profunda transformación social, económica y política que se venía perfilando en la llamada Quinta Revolución Industrial, o la Industria 5.0, o el fin del Homo Sapiens y el inicio del Homo Deus, según su autor de preferencia.
Estamos viviendo un mundo nuevo. Los recientes avances en la masificación de la Inteligencia Artificial Generativa (ChatGPT para generar texto, MidJourney para generar imágenes, Pictory para generar videos, entre otros), es sólo el ejemplo más reciente de la acelerada velocidad en que la ciencia ficción se convierte en realidad presente. Previamente, lo fueron la capacidad de descargar archivos e imprimir armas de fuego en la comodidad de su hogar, modificar con precisión el código genético para revertir condiciones médicas, vehículos que se conducen automáticamente, o algoritmos que identifican Parkinson por medio de cambios imperceptibles en la voz, cerca de una década antes que cualquier doctor pueda diagnosticar síntoma alguno.
La velocidad a la que vivimos a diario la materialización de ideas y herramientas que pertenecían a la ciencia ficción nos genera un serio desafío para la toma de decisiones, lo que es particularmente crítico para personas en roles de liderazgo. Esto debido a que las normativas legales solo se comienzan a estructurar cuando algo existe en la realidad (deja de ser ciencia ficción), lo que naturalmente genera vacíos legales para gestionar lo que es ahora posible de realizar. De similar manera, producto que las metodologías y modelos teóricos se han forjado de la aplicación de métodos científicos a situaciones reales (no a ciencia ficción), los líderes no poseen ni herramientas ni buenas prácticas para navegar los desafíos a los que deben responder.
Si bien esto genera un escenario en que algunas personas pueden concluir que vivimos en un contexto en que todo se puede (en el sentido que no violenta normas legales, protocolos establecidos o prácticas profesionales acordadas), la evidencia revela un significativo impacto de estas decisiones -aun sin ser ilegales- en la reputación de la organización, la confianza en los líderes y el valor de acciones de empresas listadas en bolsas.
Lo invito a considerar que, en un nuevo mundo que está emergiendo, es un error liderar preguntándonos si “¿se puede?”; la pregunta clave que lo invito a hacerse es: “¿se debe?” En consecuencia, cada decisión tomada por un líder debe ser guiada por valores y propósito consciente, dando vida con acciones concretas a esa épica que en muchas organizaciones sigue relegada sólo a una bella narrativa en la sección “sobre nosotros” en una página web.
Las palabras tejidas en esta columna son el eco singular del autor, sin ataduras ni corsés editoriales. Aquí, la responsabilidad recae en quien escribe, no en las creencias de RH Management.