Sergio Gamonal C., profesor de derecho del trabajo, Facultad de Derecho, UAI
Hace ya más de dos meses ha terminado el Mundial de Fútbol Femenino en Australia y Nueva Zelanda, con la victoria del equipo de España. Como espectador no especialista en este deporte me llamó gratamente la atención lo bien jugado, la calidad de los partidos, con pocas faltas, con mucho ataque y con goles espectaculares (por ejemplo, los de Linda Caicedo y los de Salma Paralleulo).
Terminada cada contienda las jugadoras confraternizaban con las del equipo contrario (muchas veces consolando a las que habían perdido) y en los arbitrajes las referís solían conversar más con las infractoras que lo que uno está acostumbrado en el Mundial Masculino.
En la BBC Mundo, Juan Carlos Cueto comentaba que en las gradas el fútbol femenino suele convocarse un espectáculo más seguro y festivo para los asistentes y, citando al periodista deportivo Tom Garry, destacaba que dentro de la cancha las jugadoras “fingen menos cuando reciben faltas” y muestran más deportividad. Académicas como Stacey Pope y analistas como Paola Kuri (citadas por Cueto) enfatizan que los incidentes de vulgaridad, odio y racismo que a veces ocurre entre los asistentes al fútbol masculino no se ven en el femenino, constituyendo los partidos un espacio amigable para las familias, niños y aficionados LGTBIQA+.
Para otros, estas características del fútbol femenino se deberían a su “menor profesionalización”, dado que en el masculino se suelen enseñar en las “academias” diversas tácticas defensivas, de pérdida de tiempo y de fingimiento…
Haber visto varios partidos del fútbol femenino y sus virtudes y camaradería, me hizo recordar la obra del comediante griego Aristófanes, Lisístrata, presentada hace dos mil cuatrocientos años.
Esta obra se enmarca dentro de la larga guerra entre Atenas y Esparta, donde Aristófanes presenta una comedia en que las mujeres atenienses y espartanas se colocan de acuerdo para hacer una huelga de sexo hasta que los hombres terminen esa guerra irracional que solo reporta muertes y tragedias. Al final de la obra logran su cometido.
A través de sus comedias, Aristófanes realiza agudas críticas a la situación de Atenas, a la pobreza, a la corrupción, a la demagogia y a la guerra. Sus contemporáneos no escucharon sus llamados, perdiendo finalmente la guerra frente a Esparta, luego que ésta ofreciera la paz a lo menos en tres ocasiones.
¿Qué tiene que ver Aristófanes y Lisístrata con el fútbol femenino? Más de lo que creemos. Lisístrata puede ser vista como una obra utópica, donde las mujeres, que en esa época no eran ciudadanas y carecían de voz y voto, tienen mayor sabiduría que los hombres, cegados por sus ambiciones y pequeñeces.
El fútbol femenino contrasta con el masculino. Puede parecer utópico proponer que el fútbol vuelva a ser una fiesta familiar para los asistentes, que haya un mayor fair play y fraternidad entre los jugadores, pero todas estas características son reales y se dan en el fútbol femenino. Las mujeres en el fútbol femenino rescatan el sentido etimológico de la palabra “deporte”: placer y entretenimiento. Qué lejos estamos de los orígenes del deporte cuando se habla de academias profesionales que te enseñan a fingir, es decir, a engañar para obtener ventajas ilícitas en el juego.
Además, llama la atención la cobertura limitada de la prensa al Mundial Femenino, en comparación con el fútbol masculino. La gran noticia fue el beso abusivo dado en la final a una jugadora española, lo que indudablemente es una violencia de género grave, pero contrasta con la poca cobertura a todo el evento tanto en Chile como en el extranjero.
En los tiempos actuales, con diversas guerras en el planeta, con una crisis ambiental evidente, y con el surgimiento de líderes populistas e intolerantes en todos los continentes, el fútbol femenino demuestra que las cosas pueden ser distintas y que quizás debiéramos escuchar otras voces, en vez de seguir matándonos y destruyendo nuestro planeta, dándonos cuenta de que la distancia entre la utopía y la realidad solamente depende de nuestra voluntad.
Las palabras tejidas en esta columna son el eco singular del autor o autora, sin ataduras ni corsés editoriales. Aquí, la responsabilidad recae en quien escribe, no en las creencias de RH Management.