Por Aida Vázquez, directora consultoría People First.
En la actualidad la mayoría de las empresas invierte tiempo, recursos y dinero en liderazgo. Sin embargo, el cómo se hace, marca la diferencia en los resultados relacionados con el desarrollo y cuidado de la persona. Y en un mediano plazo, con el clima laboral, la productividad y la sustentabilidad del negocio.
La clave está en hacer un trabajo de liderazgo desde la persona y no intentar cambiarlo a algo que no es. Poner foco en la ampliación de su propia visión sobre sus habilidades y destrezas directivas es más relevante que sumar atributos que no son visibles en su quehacer cotidiano. Por lo tanto, el potenciar sus competencias relacionales se hacen estratégicas para gestionar de manera amable y eficaz lo más relevante, su equipo.
Y aquí hay algo esencial. El líder no puede fallar en cómo gestiona su equipo. Por eso apoyar las formas de comunicar, escuchar y de ser empático, junto con proporcionar herramientas para conocer de manera auténtica a las personas con las que trabajo, es fundamental. Sin duda, un paso crítico para lograr la real conexión con los colaboradores.
Este tipo de liderazgo, construido desde las habilidades propias del líder, apunta a mejorar las capacidades para inspirar y motivar a cada persona del equipo. Es decir, dejar atrás y superar el perfil del clásico jefe y potenciar al “líder” a partir de lo que es.
Esta forma de ser líder busca predicar con el ejemplo y así transformarse en el canal trasmisor de las buenas prácticas a los mandos medios que son quienes, en definitiva, llegan a todos los colaboradores. Así, se van moldeando las decisiones y procesos en línea con los objetivos y el propósito diseñado.
La pandemia trajo impactos visibles en la conducta de las personas. Y una de sus demandas relevantes es lograr conexión. Por ello, no cualquier liderazgo sirve para potenciar los equipos y cumplir esas expectativas. De ahí que la empatía sea relevante para entender que los colaboradores son seres integrales, no un mero trabajador.
El líder es el principal actor de la gestión del clima, porque no sólo articula a las personas con las gerencias, sino que también es el que deja que las políticas y prácticas se vivan en el equipo de trabajo.
Un mejor clima laboral, no sólo habla de un buen ambiente, conlleva consecuencias cualitativas como la motivación de los equipos, lograr más cohesión, hay gestión del cambio, innovación; y quizá los más destacado, los equipos cuidan a la empresa porque de verdad la sienten suya.
Sin embargo, las amenazas están en la cultura organizacional y en un tipo de liderazgo que destruyen equipos y climas. Por ejemplo, si a una empresa lo único que le interesa es llegar a la meta y sus gerentes solo presionan para lograrlo a costa de la gente, el efecto a la larga será muy nocivo para la compañía y sus colaboradores. Su foco estuvo sólo en lo números y no en las personas. De ahí el moldear los liderazgos con foco en los equipos y el clima es la llave para una mejor gestión de personas.
De esta manera, el líder desde lo que es, acompaña el proceso e impacta en el resultado del clima. Por esta razón, es tan determinante su labor y sus competencias y habilidades. Es el engranaje clave que permite los mejores resultados en productividad y rentabilidad sobre la base de un clima laboral sano y sustentable.
¿Qué esta haciendo tu empresa al respecto?
