Quienes están a la cabeza de las organizaciones pueden ser agentes de cambio claves para la inclusión femenina. Acá algunos consejos para ponerse manos a la obra.
Por Ana Margarita Olivos, psicóloga, fundadora y gerenta general de Humana Consultores.
Según cifras del Instituto Global McKinsey, si las mujeres desempeñaran el mismo papel que los hombres en el mercado, podríamos añadir casi un 26% de ingresos al PIB global antes del 2025. De allí la importancia de reforzar el liderazgo, la participación laboral y el empoderamiento económico femenino.
A través de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) la ONU trazó lineamientos para contribuir a impulsar la promoción de la igualdad de género de acá al 2030 buscando eliminar las causas profundas de las discriminaciones que restringen los derechos de las mujeres en todas las esferas.
Y es que pese a los avances, siguen existiendo situaciones con fuerte raigambre cultural, como la violencia doméstica, y la diferencia de tiempo que hombres y mujeres dedican a las tareas del hogar. Además, ellas tienen menos probabilidades de ser parte de la población activa y ocupan, en general, peores puestos de trabajo.
Si a esto sumamos los efectos provocados por la crisis del Covid19, sabemos que tenemos que recargar pilas en pos de la igualdad y la equidad. En este contexto aparecen actores claves: las y los líderes de las organizaciones. Ellas y ellos son importantes agentes de cambio cultural, pudiendo convertirse en el motor de las transformaciones que abren paso al despliegue femenino.
¿Cómo es el liderazgo inclusivo?
- Es participativo, es decir, entiende el valor del trabajo en equipo, y promueve relaciones horizontales y colaborativas, donde escuchar e invitar es clave.
- Está capacitado y sensibilizado en torno a los sesgos inconscientes que nublan nuestras percepciones, afectando situaciones como las evaluaciones de desempeño o produciendo micro discriminaciones.
- Promueve el ejercicio de la conciliación en su fuerza laboral, comprendiendo que se trata de un asunto público y que, por lo tanto, no se resuelve solo entre las cuatro paredes de cada hogar.
- En industrias masculinizadas, tales como la minera o de energía, gestionan el cambio, visibilizando y abordando las barreras asociadas a la incorporación de mujeres, revisando prácticas, ampliando la cultura organizacional.
- Finalmente, establece un sentido de urgencia a todas estas materias, construyendo coaliciones virtuosas y autorizando a otros para actuar con esta visión y agilizar así las transformaciones.