La mano invisible en cuarentena

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Por Marcela Mandiola, académica en la Facultad de Economía y Empresa de la UAH, Ph.D. Management Learning and Leadership, Lancaster University, UK, M.A. management learning and HDR, Lancaster University, UK y psicóloga en la UDP.

La contingencia debido a la pandemia ha obligado al orbe completo a un encierro y paralización sin precedentes. Como diría un reconocido periodista de la crónica roja, nada hacia presagiar que el mundo fuera a detener su frenética actividad productivo-extractiva, mucho menos que esa paralización tuviera que asumirse de manera abrupta y forzosa. La detención nos encontró sin alternativas para el mundo del trabajo. Por supuesto, dejar trabajar nunca fue una posibilidad. 

Vivimos una situación para la que nadie nunca se preparó, la detención masiva y sostenida de la mano invisible que mueve al mercado. La mano invisible está ahora en cuarentena. El neoliberalismo, el otro nombre de la mano invisible, es la lógica que está detrás de nuestro modelo económico y laboral. Así se sostiene que el bienestar individual da pie al bienestar social y para lograr esto se requiere del funcionamiento libre de los mercados. Más en detalle se puede desglosar el movimiento de esta mano invisible en los siguientes supuestos: a) las personas están centradas en su interés individual y se orientan preferentemente a la maximización de sus utilidades; b) los individuos no debieran enfrentar obstáculos en su esfuerzo por satisfacer su interés individual a través de transacciones económicas, y c) virtualmente todas las interacciones humanas son interacciones económicas (Walker, 1992). 

De todo esto se desprende que hemos vivido las largas décadas, ya denunciadas por el 18/O, bajo las máximas del valor de lo individual cuya libertad inerradicable estaría por sobre la igualdad y lo solidario. Si se habla de bienestar se refiere sólo a aquel que se lograría tras la suma de los bienestares personales, los cuales no son más que la consecuencia de mercados no regulados que se hacen cargo incluso de las prestaciones sociales. Hemos asistido a un Estado muy reducido que intencionalmente se ha desprendido de muchas responsabilidades traspasándolas a los privados, poniendo atención, en cambio, en el orden público, las relaciones exteriores, la defensa y la gestión de lo legal. 

Que difícil resulta entonces esgrimir estrategias de contingencia para mantener a flote la sociedad cuando esas estrategias requieren ser fundadas en los principios que el modelo imperante siempre invisibilizó, silenció y hasta demonizó. Como sostener intervenciones de emergencia que requieren de la solidaridad, la generosidad y la colaboración cuando por años y años se ha insistido en el individualismo, la competencia y el bienestar individual. No solo no hay herramientas, más grave aún, lo que no hay es una ética instalada que permita abordar las necesidades de la actual emergencia. 

La pandemia del coronavirus, y su obligada detención de la vida cotidiana, no ha venido a darnos un mensaje nuevo. La pandemia es solo una evidencia más de que el orden social de mercado no sostiene la vida. El orden social de mercado no alcanza siquiera a comprender qué significa una carencia social. Mucho menos una puede actuar cuando dicha necesidad se vuelve masiva y urgente. Hoy hay que salir a compartir, dar sin saber hasta cuándo, dar sin esperar nada a cambio porque no hay nada que intercambiar. Colaborar y no competir. Actuar de manera colectiva y no individual. Lo que se requiere hacer nos pide actitudes, conductas y recursos que no hemos desarrollado ni instalado. No hay tejido social, no hay recursos compartidos, no hay acumulación transversal en la sociedad que permita hacer frente a los malos tiempos. Se pidió salir a emprender, se prometió un movimiento eterno que sostendría ese emprendimiento y traería prosperidad. No solo no hubo retribución, ahora ni siquiera hay movimiento. 

Este mercado radical ahora no tiene ninguna mano de la que agarrarse. No tiene herramientas, no se detiene a reflexionar, no acusa recibo de los golpes, solo vuelve a hacer más de lo mismo. Intensifica su individualismo en un eterno sálvese quien pueda para que quienes se salven vuelvan a desplegar sus mismas estrategias detrás de una nueva reactivación que restaure el orden y el bienestar individual de unos pocos. 

Es momento de decir basta a las manos invisibles, hoy se hace necesario tender la mano, y para hacerlo hay que mostrarlas. Hacerla visible. 

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