Por Andrés Pucheu. Profesor, Universidad de los Andes Doctor en psicología, MBA. Autor de artículos y libros como “Coaching para la Eficacia Organizacional”; “Lo que cambia son las personas” y “Desarrollo y Eficacia Organizacional”.
Los mitos heroicos suelen mostrarnos ejemplos de personas seguras, resueltas y firmes. Desde el Prat saltando al abordaje a las películas de Clint Eastwood, con héroes rudos y que hablaban poco. Por muchos años la psicología organizacional apoyó este estereotipo y algunos se pueden acordar de la teoría de motivación de McClelland (1), según la cual los ejecutivos exitosos tenían que tener una alta motivación por el control y baja motivación por la afiliación o el logro. La verdad es que esta idea estaba basada en un supuesto más que en evidencia y, a comienzos de este siglo Jim Collins (2) publicó un estudio empírico en el que encontró resultados que contradecían el mito del súper héroe: ¡Los ejecutivos más exitosos eran visionarios, pero al mismo tiempo manifestaban un alto nivel de humildad!
Estudios posteriores corroboraron la idea (3-4). Si bien al comienzo de las carreras y en los niveles de supervisión de primera línea se requería una orientación técnica y foco en resultados de corto plazo, desde subgerente hacía arriba se requiere gente que pueda escuchar y reflexionar, buscando integrar distintos puntos de vista en pos de las mejores soluciones posibles. Mientras más rápido se produce este cambio, más aporte harán las personas a la organización y más alto ascenderán. De hecho, la capacidad puede reemplazar incluso el entrenamiento en liderazgo (5).
¿En qué consiste la humildad? La expresión en el comportamiento está asociada a poder reconocer los propios límites y el aporte de los demás, lo que suele ir acompañado de una cierta amabilidad y tolerancia a las ansiedades del resto de la gente. Ahora, en sus bases más profundas la humildad, al igual que la empatía, depende de darse cuenta de la imposibilidad del lenguaje y la menta humana para aprehender la complejidad de las cosas. Que nuestro lenguaje (y el pensamiento, ya que pensamos en la lengua que hablamos) no puede capturar la riqueza y lo complejo de las cosas vivas (6). Si esto lo podemos apreciar sin sentirnos amenazados, es posible experimentar los diversos ciclos y diferencias como aspectos que enriquecen la experiencia y nos permiten trascender en nuestros afectos y relaciones (7).
La humildad se desarrolla en la reflexión de los fracasos y las frustraciones, pero también y afortunadamente, con prácticas como la meditación, el mindfullness o el análisis de casos, todo lo que nos permite ir observando como nuestros sesgos y limitaciones se van superando en la medida que conversamos con los demás.