Una imagen vale más de mil palabras. Hombres blancos sonrientes, exitosos, mayores, muy seguros de sí mismos, de pelo corto, con su infaltable corbata. Son las fotos de décadas en secuencia que cuelgan en las paredes de muchos directorios de grandes empresas, en los pasillos de prestigiosas universidades, en las oficinas de los gremios empresariales, en el poder judicial y en el Palacio de La Moneda (salvo Michelle Bachelet), por mencionar algunos. ¿Y el 8M dónde está? La experta en equidad de género, Marcela Mandiola, desmenuza el real aporte del mundo privado a la equidad de género.
Marcela Mandiola es licenciada en Psicología por la Universidad Diego Portales Ph.D. y M.A. Management Learning, de Lancaster University, en Inglaterra. Es además Investigadora y docente en estudios organizacionales, estudios de género y educación en negocios. En su experiencia dentro del mundo de la investigación, se ha visto involucrada en estudios a nivel nacional e internacional. Es docente del MGPDO de la FEN de la UChile, está asociada al Programa de Estudios en Género y Diversidad Sexual, GEDIS, de la Universidad Alberto Hurtado, y es integrante de MINGA Red chilena de Estudios Organizacionales. Sus intereses en investigación articulan los estudios de género y los estudios organizacionales desde una comprensión crítica.
En vísperas del 8M, Marcela medita acerca del avance en temas de género en el país y en el trabajo, analizando la diversidad e inclusión en las empresas. “Yo creo que no existe una comprensión real de lo que la perspectiva de género implica. A eso se suma una escasa disposición a realizar esos cambios, quienes están en el poder no ven motivos para dejarlo”.
“Seguirá esta historia, seguirá este orden
Porque Dios así lo quiso, porque Dios también es hombre…”,
Corazones rojos, Los Prisioneros.
Han pasado más de 30 años desde que Jorge González compuso esta canción. En el intertanto surgió un movimiento 8M, un estallido social, una constituyente paritaria y parlamentarios que pedían los nombres de los profesores que instruían sobre equidad de género en las universidades públicas. ¿Por qué hay tensión? ¿Qué pasa con los cambios?
-Creo que habrá tensión siempre, si es que esa es la pregunta. La tensión es inerradicable, tiene que ver con la diferencia. La diferencia es constitutiva en nuestra sociedad y en particular en términos de género. La aspiración no es eliminar las diferencias, ni las de género ni ninguna otra, es imposible. La aspiración es la democracia, la equidad. El que todxs podamos participar equitativamente desde nuestras diferencias.
Me parece que sí hay cambios en Chile, muchos. Cuando empecé a trabajar en Estudios de Género, hace como 15 años atrás era un tema que ni se tocaba. Me censuraron los cursos en la mayoría de las unidades académicas donde los presenté. Los argumentos eran: ‘a quién dirige esta universidad no le gusta la palabra género, prefiere la palabra sexo, porque solo hay dos’; ‘si hablas de mujeres en este curso los hombres se pueden ofender’; ‘nos gusta la diversidad pero le ponemos límite’; ‘es un tema muy específico, no vale la pena enseñarlo’. Literal, ninguna frase es de mi creación, eso me respondieron a la cara diferentes varones con puestos de responsabilidad en tradicionales universidades de este país. Hoy es diferente, no concuerdo con Teresa Valdés cuando afirma que el feminismo hoy es sentido común en Chile, pero si es posible hablar de feminismo, de enfoque de género y denunciar las injusticias. De eso ya hay harto, el paso siguiente es modificar las acciones, las normas, las políticas, las costumbres. Ese proceso es largo y tendrá resistencia, obviamente. Quienes se benefician del poder patriarcal no van a ceder en sus privilegios y por eso los disfrazan de religión, de naturaleza, de orden, de civilidad y ponen en la otra orilla todo aquello que tendría que ver con ‘alterar el orden natural’. No están dispuestos a perder el entramado que los sostiene en el poder.
La tasa de femicidios ha aumentado y el 78% de las constituyentes en Chile, por ejemplo, ha recibido mensajes violentos y de odio por RR.SS. ¿Ese será el costo a paga por la inclusión de mujeres en todas las esferas del poder? ¿Qué no estamos viendo detrás de esta violencia? ¿Por qué el silencio y la no acción?
– La violencia contra las mujeres es más evidente que nunca. Vivimos en una sociedad patriarcal, por lo tanto, en una sociedad violenta en contra de las mujeres. “La maté porque era mía”, no es solo el título de una gran película, es una descripción certera del contexto en el que vivimos. La misoginia es la explicación, rechazo a las mujeres, descrédito, descalificación. No es un precio que se paga por la inclusión, es el precio que se paga por el solo hecho de ser mujer. Es algo muy estructural, está en el entramado social y cuesta reconocerlo pues implica una desestabilización de lo que se ha entendido por masculinidad hasta ahora. Es una dislocación muy fuerte en lo social y en lo individual. Es muy grave ser mujer y pretender tener voz y voto, eso se paga caro. Aún hoy, en toda circunstancia. Chile es particularmente paleolítico en eso. Para muestra un botón: “Profesor Jaime Campusano” y su comentario sobre el cuerpo de Izkia Siches. Pura violencia misógina frente al pavor que le provoca una mujer inteligente, resuelta, autónoma y frontal. No puede ver más que el busto, el resto lo niega pues no tiene elementos, ni cognitivos ni afectivos, para hacer sentido de ello.
Es inédito en la historia de Chile, y en el mundo, tener un organismo público, que redacta la nueva constitución, paritario y un nuevo gobierno recién electo donde hay un gabinete compuesto por una mayoría de mujeres. Sin embargo, en el mundo privado, las empresas, sus condiciones de participación y poder son distintas. Aún existe brecha salarial de género, las mujeres trabajadoras siguen cuidando, la alta gerencia sigue siendo gobernada por hombres, y lo que vemos son cargos simbólicos en directorios y gerencias generales. ¿Dónde buscamos las explicaciones?
-Las organizaciones privadas en Chile no son pioneras en nada, siguen una lógica extractivista en cada una de sus acciones. Se sostienen sobre supuestos muy tradicionales respecto de lo social, de los roles de género y en particular del sentido mismo de su práctica. Buscan extraer valor y en general no contribuyen con ninguno. Ese orden beneficia a sus dueños/dirigentes, varones de clase alta, eso está muy lejos de cambiarse.
Todo esto apoyado por una educación en negocios que sigue celebrando lo masculino y los logros de la década ochentera. Firmemente vigilado por distintos clubs de Tobi que inventan sistemas de prestigio que solo pueden cumplir ello mismos y lo disfrazan de meritocracia. Club de Tobi que tienen forma de colegios particulares, universidades cota mil, carreras profesionalizantes y técnicas. Un cierre absoluto a formas de pensar distintas, una ignorancia generalizada y misa dominical.
La Convención Constitucional vino a desmantelar esa forma de ‘organización’…y ahí tenemos a los “amarillos” en todas sus dimensiones defendiendo sus privilegios, sus formas de hacer y de logro y demonizando a cualquiera que no sea parte de ese club.
Estamos muy lejos de los cambios aún en el mundo empresarial, es un ecosistema capaz de todo para sostener su subsistencia. En general amoral y reticente a hablar de principios o de política. Siguen creyendo que hay un ‘orden natural’.
¿A tu juicio cuales son las principales barreras que impiden la equidad de género de las mujeres en las empresas?
-La lógica del club de Tobi, la creencia acrítica en el mérito, el clasismo, el centralismo, el tecnicismo, la búsqueda de la acumulación económica. El feminismo neoliberal y su negación de lo político.
¿Por qué, y a pesar de la amplia oferta sobre diversidad e inclusión en las empresas, la aguja no se mueve cuando hablamos la equidad de género? ¿La oferta es solo moda? ¿No hay convicciones? ¿Hay espacio para las mujeres en este modelo?
-Yo creo que no existe una comprensión real de lo que la perspectiva de género implica. A eso suma una escasa disposición a realizar esos cambios, quienes están en el poder no ven motivos para dejarlo. Al final se trata de una posición ética, no es mayor productividad, no son mayores ganancias, es un compromiso social. Realizar los cambios requerirá cambiar las reglas del juego, de eso estamos aún muy lejos. Se requiere construir intereses distintos, eso es un cambio social mayor.
Te toca conducir el programa Luces y Sombras en el Trabajo que se transmite todos los jueves desde las 18:30 vía El Desconcierto y RH Management. Ya llevan más de 18 capítulos, ¿qué panelistas y reflexiones, y por qué, te han llamado más la atención?
-Creo firmemente que el programa y El Desconcierto hacen un aporte muy significativo, el cual debiera profundizarse y ampliarse. Un espacio para discutir, conversar y reflexionar sobre la práctica de la gestión y el trabajo, y en especial la gestión de personas, es muy necesario. Es imprescindible someter estas acciones a la consideración de todos quienes se ven involucrados en ellas. Es imprescindible destacar la estrecha conexión con lo social que tienen las organizaciones y el modo en el cual las personas se desenvuelven en ellas. Al final del día estamos hablando de ‘vida social organizada’. Eso respalda que un medio como El Desconcierto dé cabida a temáticas laborales enfocadas de esta manera.
Un aporte importante del programa es el poner juntos a personas de diferente experticia en el área, destacar la interdisciplinariedad, los muchos enfoques distintos, las experiencias de todo tipo. Dar voz a hombres y mujeres, ejecutivos y trabajadores, consultores, la academia y el concierto internacional como marco de sentido. Y todo eso de manera abierta a través de un medio masivo de comunicación.
Varias intervenciones me han llamado mucho la atención, positivamente. Valoro el trabajo incansable de RH Management por mantener esta conversación activa desde hace tanto tiempo. Espero sumarme a eso y aportar. Vehiculizar, conectar y hacer que distintos actores se conozcan, se escuchen y construyamos en conjunto una mejor práctica. Una mejor sociedad.