Por: Myriam Aluanlli. Máster en coaching y liderazgo personal de la Universidad de Barcelona (España), Magíster en Ciencias de la Ingeniería e ingeniera civil industrial de la Pontificia Universidad Católica de Chile.
Ellas tienen un impacto en nuestro cuerpo, nuestra calidad de vida, incluso en nuestra longevidad; tal como lo demostró la investigación realizada por los doctores David Snowdon y Deborah D. Danner quienes llevaron a cabo un estudio con 180 monjas católicas en Estados Unidos. Ellas habían escrito notas autobiográficas a una edad promedio de 22 años y fueron analizadas nuevamente 60 años después.
Los investigadores hallaron una correlación entre las emociones positivas vertidas en esas notas autobiográficas y la longevidad: el 90% de aquellas que habían cuantificado mayor número de emociones positivas seguía con vida a los 85 años, mientras que esto solo sucedía para el 34% de las que habían presentado menos emociones positivas. Adicionalmente, se descubrió que aquellas monjas que expresaban más pensamientos o contaban con una mayor riqueza de vocabulario tenían una menor probabilidad de desarrollar algún tipo de demencia senil.
¿Cómo gestionarlas? Comience a nombrar las emociones para domarlas
Dan Siegel, médico estadounidense y profesor clínico de psiquiatría en la Escuela de Medicina de la Universidad de California en Los Ángeles señala que el primer paso para lograr una adecuada gestión de las propias emociones consiste en identificarlas claramente. Al respecto, Siegel acuñó la frase “Nómbralo para domarlo (“Name it to tame it”, en inglés) para resumir su idea.
El proceso se inicia entonces tomando conciencia de las propias emociones: ¿Qué estoy sintiendo?, lo que activa nuestro pensamiento racional y de este modo nos permite tomar decisiones al respecto.
Por ejemplo, cuando experimentamos rabia o miedo, estas emociones nos alertan sobre situaciones injustas o peligrosas, funcionando como banderas de alerta para nosotros. Una buena gestión consiste en tomar esa información y decidir qué medidas tomar, sin quedarse pegados en esas emociones, ya que se sabe pueden llegar a ser perjudiciales si se experimentan de manera habitual o permanente.
Las acciones que tomemos al enfrentarnos a ellas pueden hacernos pasar desde un estado de bloqueo a uno de avance que nos impulse a cambiar en el sentido que queremos hacerlo. No se trata de no experimentar emociones negativas, sino más bien de saber transitarlas adecuadamente.
El rol del coach
Todo coach sabe que cuando el coachee identifica el problema que quiere resolver, este no sólo tiene componentes cognitivos, sociales, físicos y existenciales, sino que también existe un componente emocional.
Por esta razón, es importantísimo que el coach ejerza un rol de facilitador en el proceso personal del coachee para aprender a lidiar con sus emociones de manera óptima; generando un contexto de confianza donde el coachee pueda expresarse y enfocando las preguntas que realiza a la toma de conciencia emocional del coachee.
El coachee debe empoderarse, sentirse capaz de tomar las riendas de su vida. Con el fin de lograr su objetivo de proceso, aquello que desea alcanzar y se ha planteado como meta. Para ello, debe diseñar un plan de acción. Y hacerlo de manera eficaz requiere estar en una sintonía emocional óptima.
A continuación, te invito a reflexionar sobre este tema respondiendo las siguientes preguntas: ¿Puedo identificar qué emoción estoy sintiendo en este momento?, ¿cómo la expreso?, ¿tengo consciencia de cómo impacta a los demás y a mí mismo?, ¿cuál es el tono de mi diálogo interno habitual?, ¿considero que gestiono adecuadamente mis emociones?
Las palabras tejidas en esta columna son el eco singular del autor, sin ataduras ni corsés editoriales. Aquí, la responsabilidad recae en quien escribe, no en las creencias de RH Management.