Especial 8M: desafíos para la mujer en el mundo gerencial

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Las mujeres representan la mitad de la población de nuestro pais. Sin embargo, aún existen muchas desventajas laborales que las aquejan, y producen desigualdades que debemos erradicar para lograr una sociedad más igualitaria. En RH Management, decidimos investigar las razones que motivan estas diferencias, buscar soluciones e ilustrar casos de éxito, de manera que podamos avanzar hacia un futuro sin brechas de género. 

A continuación, les dejamos tres columnas de opinión de importantes altas directivas del mundo gerencial. 

Mujeres en movimiento: el progreso hacia la igualdad de género

Por Agnes Abusleme, gerente de marketing de Puratos Chile

El Día Internacional de la Mujer es una oportunidad para reflexionar sobre los avances en igualdad de género. En las últimas décadas, las mujeres hemos avanzado en muchos ámbitos, desde el acceso a la educación hasta la participación en el mercado laboral y la representación política. Sin embargo, todavía queda mucho por hacer.

Según el Informe Global de la Brecha de Género 2021, todavía existe una brecha de género global del 31.4%, lo que significa que las mujeres aún no tienen igualdad de oportunidades en comparación con los hombres en áreas como la participación y oportunidades económicas, la educación, la salud y la supervivencia.

A pesar de esto, el mundo empresarial ha tomado medidas importantes para avanzar en la igualdad de género. Por ejemplo, muchas empresas han adoptado políticas de diversidad e inclusión, como la implementación de procesos de selección de personal más inclusivos, el aumento de la presencia de mujeres en puestos de liderazgo y la igualdad salarial.

Desde Puratos, hemos implementado un programa de selección que nos ha permitido contratar mujeres en puestos gerenciales, administrativos y de operación, lo que ha aumentado la representación femenina en nuestra empresa. Además, implementamos programas de flexibilidad laboral, fundamental para todas aquellas mujeres que son madres y jefas de hogar, lo que les permite tener un equilibrio entre su vida laboral y familiar.

También capacitamos a mujeres emprendedoras y las apoyamos en el desarrollo de su negocio, lo que les permite tener una fuente de ingresos y aumentar su independencia económica. 

Algo positivo que nos dejó la pandemia es la desmitificación del trabajo remoto, se demostró que perfectamente se puede cumplir con el trabajo mientras se es madre, se cuida a un hijo enfermo o estás con una enfermedad que te permite trabajar a distancia. Esto nos ha permitido ampliar las oportunidades de trabajo para las mujeres, cuyos roles les facilita el trabajo desde casa de manera parcial y mantener una buena calidad de vida.

Las empresas debemos tener una hoja de ruta clara, con programas y acciones concretas que logren hacer la diferencia para entender y promover la diversidad, donde cada persona tiene distintas necesidades.  

Sin embargo, para que todos los beneficios y medidas implementadas no afecten a los trabajadores ni a la empresa es fundamental la confianza y la actitud. Se ha demostrado que si tenemos una actitud de responsabilidad con nuestro trabajo, y también queremos cumplir con nuestro rol de madre, es perfectamente compatible teniendo la voluntad de hacerlo.

A pesar de que queda mucho por hacer hemos ido avanzando como sociedad, estamos evolucionando hacia la contratación de más mujeres con el fin de dar exposición a sus valores, experiencia y analítica. Hoy sabemos que la igualdad de género, la diversidad y la inclusión son clave para mejorar las funciones de las empresas, impulsar nuevas ideas y planteamientos innovadores que puedan servir para mejorar nuestra sociedad. 

¡Falta representación de mujeres en el trabajo!

Por Carolina Martínez, presidenta de REDMAD

A propósito de este nuevo Día Internacional de la Mujer, vuelve la reflexión acerca de la relación entre mujer y trabajo. Y la verdad es que es un tema que abre múltiples campos para el análisis.

Lo primero es que cuando se piensa en el ‘trabajo’ se suele poner el foco en el trabajo remunerado, en ese que (antes de que se instalara con fuerza el teletrabajo) se realizaba fuera del hogar. Quedan invisibilizadas así todas las tareas que hay dentro de un hogar para que uno de sus adultos pueda ingresar y permanecer en el mercado laboral (tareas relacionadas con la ropa, con la comida, con la limpieza del hogar, el abastecimiento y cuidado de los niños, mayores y personas dependientes). Son acciones que tradicionalmente han sido realizadas por las mujeres y que son fundamentales no solo en el ámbito privado, sino también para la economía del país. Se calcula que el trabajo no remunerado constituye aproximadamente el 22% del PIB ampliado (según un estudio realizado por Comunidad Mujer). 

Precisamente ese trabajo no remunerado es el que en muchos casos impide la entrada de más mujeres al mercado laboral. Y aquí entramos en un segundo eje del análisis. Si bien la tasa de empleo femenino (que había retrocedido una década debido a la crisis de la pandemia) se ha recuperado, la participación de las mujeres en el mercado laboral aún es muy baja (51,6%). El impacto de este dato es tremendo en muchos aspectos: en la independencia económica de mujeres (y su relación con situaciones de malos tratos), en las pensiones de cientos de miles de mujeres, en las oportunidades que puedan ofrecer a sus hijos e hijas, y en el mismo desarrollo del país que pierde una parte importante de su talento. Y desde un punto de vista cultural, la baja representación de mujeres en el mercado laboral, especialmente en algunas áreas, tiende a reproducir los sesgos de género.

Si solo la mitad de las mujeres está en el mercado laboral, ¿están estadísticamente bien representadas? No, las mujeres están infrarrepresentadas en algunas industrias y en posiciones de liderazgo. La minería, la construcción, y las ciencias y tecnologías, son algunas de las áreas en las que la presencia de mujeres aún es bajísima. Lo mismo ocurre con las líneas de gerencia y los directorios, donde la participación femenina está lejos del 50% que las mujeres suponen en el conjunto de la sociedad y en las aulas universitarias. Distintos gobiernos y muchas organizaciones trabajan para que estas brechas se acorten, pero aún estamos lejos de resultados alentadores.

Hay muchas perspectivas para abordar la relación entre las mujeres y los trabajos. Todas llevan a reafirmarnos seriamente en el compromiso de seguir trabajando día a día por acortar las brechas de género en todos los ámbitos.

8M, otra vez

Por: Marcela Mandiola Cotroneo, Ph.D, psicóloga e Investigadora en Género, Organizaciones y Academia; Enfoques Críticos a la Gestión/Integrante Red de Investigadoras

La conmemoración del 8 de marzo, el Día Internacional de la Mujer, se toma la agenda en nuestro país. Su visibilidad y ‘celebración’ es cada vez más transversal, nadie quiere quedarse fuera. El mundo corporativo es uno de sus protagonistas, comenzando por los regalos, pasando por estirar números y paridades, hasta la aspiración feliz de la llamada conciliación vida y trabajo. La propaganda abunda, los ‘rostros’ también. Hoy navegamos entre la publicidad, el marketing, las colaboraciones, empoderamientos y una inmensa comunidad de expertas. Sin embargo, en la práctica, las cosas han cambiado poco.

Información emanada desde el INE, en el año que corre, nos habla de una brecha salarial del 18,9% en desmedro de las mujeres. En el caso de jornadas parciales la brecha aumenta al 29,4%. La tasa de participación laboral muestra una brecha del 19,4% a fines del 2022, también la baja corre por cuenta de nosotras. El indicador de ocupación evidencia una distancia del 18,6% una vez más hacia el mismo lado. Esas son las cifras generales. Si prestamos atención a la distribución de puestos de responsabilidad, la brecha asciende al 60%. Podemos aburrirnos de números, de hecho, es un poco así, y lo que más tedio provoca es que se sigue midiendo lo mismo. Las brechas no son más que las distancias entre binarios inmutables: hombres y mujeres; lo público y lo privado.

Los reconocimientos a ‘la contribución especial de ellas’, el equilibrio entre familia y trabajo, y la incansable búsqueda del liderazgo femenino, se han apoyado sobre esa clásica división sexual del trabajo que sostiene a las democracias liberales que habitamos. Lo público, ahí donde opera la individualidad, el logro y la competencia; versus lo privado, el ámbito del afecto y los cuidados. Producción y reproducción; división de género irremontable. De este modo, la superación o emancipación de las mujeres se ha instalado sobre esta misma división, implicando una nueva demanda para nosotras, colonizar las actividades de los varones sin dejar las tareas ‘propias del género’. En otras palabras, sin que el contexto laboral sea problematizado se nos ha invitado a hacerle frente a los desafíos del trabajo formal remunerado edulcorándolo como una ‘elección’ libre y soberana que aspira al equilibrio entre familia y trabajo. En otras palabras, la superación de esas brechas tendría harto que ver con lo que las mujeres quieran elegir y logren gestionar entre aquello que la sociedad les impone realizar. 

No obstante, dicha gestión de esfuerzos para la conquista de lo público es una tarea reservada para cierto grupo de mujeres, aquellas con aspiraciones. Se requiere de todo un contingente de otras mujeres (con menos aspiraciones) para poder cubrir las necesidades del equilibrio y la conciliación de las primeras. La ilusión que logra crear esta anual celebración de conquistas rosadas busca desplegar una nebulosa sobre aquella división binaria de roles y responsabilidades que deja lo público y a los varones libres de cuestionamientos. La misma que esconde y mantiene sin reconocimiento a las actividades necesarias para que esa división se mantenga incólume, y con ella también la blindada distribución inequitativa de privilegios. 

La ‘celebración’ del 8M en el mercado laboral y su anual entusiasmo panfletario, sigue produciendo y reproduciendo varios tipos de mujeres, aquellas que invierten en sí mismas y en su potencial de trabajo y, por otro lado, aquellas que son descartables y se mantienen en lo reproductivo sin visibilidad ni reconocimiento. 

Muy diferente a ello, conmemorar el 8M es recuperar y visibilizar la contingencia de su inscripción dentro de las luchas sociales: el derecho a la vida digna y la participación plena para todas las mujeres. Para todas las mujeres. En eso aún nos falta mucho; en particular escasea la reflexión crítica acerca de los procesos sociales que mantienen el binarismo y la división sexual del trabajo. División que nos organiza además por clase social, por territorio, por creencias, y ahora también por la supuestamente natural coincidencia entre los cuerpos y las identidades.

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