“Yo mismo pienso y reflexiono en torno al trabajo; ya en los griegos, como, por ejemplo, el gran poeta Hesíodo que escribió los Trabajos y los días, el empleo no era extrínseco al humano, sino todo lo contrario, era el habitar del humano en medio de lo real, un medio situado material y existencialmente”.
Mirar el trabajo desde la filosofía es un ejercicio que nos ayuda a revalorizar el quehacer diario, a veces mecánico, que a muchos, por no decir, la mayoría de las personas, nos toca realizar.
RHManagement conversó con Ricardo Espinoza Lolas, doctor en filosofía por la Universidad Autónoma de Madrid y académico de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, a propósito de una entrevista que le realizara recientemente el escritor y periodista gráfico español Antonio Cazas Fernández, en Europa, para indagar en su estilo de vida y visión acerca de algunos temas relevantes, como el trabajo.
La reflexión en torno al empleo prosigue evocando la dignidad que tiene la ocupación en el ser humano.
“Nunca se entendió el trabajo como un modo de explotación que te quita, literalmente, todo lo esencial (no solamente la fuerza de tu trabajo) para volverte en un zombi (te extrae como un vampiro lo que uno es y por eso te licúa) y así produzca y distribuya capital para que otro acumule riqueza y no deje de engordar en el mundo mercado de tanto valor que se devora de todos. Nunca fue eso, el trabajo”, dice Espinoza.
El filósofo planteó que la ocupación, por tanto, era y debiera ser, agrega, un medio de realización y, a la vez, dignificación de lo humano. Para ello, hoy en día, debe estar a la altura de los tiempos y de las demandas ciudadanas para construir comunidades ético-políticas robustas que generen instituciones biopolíticas afirmativas y no tanánticas, como lo son las actuales instituciones humanas, en general, y las laborales, en especial (esto se evidenció con la pandemia de Covid-19). Esto es pan de cada día, por ejemplo, en Chile, América Latina, Asia, África, pero también al interior de Estados Unidos y la Unión Europea, pero de forma más suavizada porque algo de Estado protector y sociedad del bienestar todavía queda. Y por eso el trabajo, mío, tuyo, el de todos, debe ser por lo menos la expresión “dionisíaca” de dos momentos: por una parte, debe generar un goce placentero que te sientas no solamente bien por lo que haces, sino gratificado por lo que haces por el otro y en ello mismo, ser un momento de alegría y de afirmación de la propia vida y de los que quieres, no de amargura, ansiedad y menos de angustia por no saber ni cómo vas a sobrevivir al día siguiente.
Y, también, -dice el profesor de la PUCV- debe estar remunerado a la altura de tu saber y praxis laboral, una remuneración, que con cierto estándar mínimo de calidad de vida, descanso, ocio, puedas vivir bien y no solamente tú, sino tu propia familia, los amigos, en tu barrio, en tu lugar de trabajo, todos. Si el trabajo no te paga lo que mereces es en verdad un error grave que luego se volverá imposible de solucionar, hasta que ya no se pueda de dar confianza a nadie por tener un trabajo de calidad y reconocimiento digno, porque nadie creerá en ningún acuerdo ni sindical ni político que nos diga que está garantizado un cierto respeto al trabajador, todos lo somos, que se exprese en un buen ambiente laboral y con una remuneración que indique que lo que haces es un bien social y público para todos. Y eso es necesario que se vea, literalmente, en lo que ganas. NO más abuso laboral de ninguna especie, menos en lo económico. Es inaceptable en estos tiempos.
La entrevista realizada al catedrático aborda, eso sí, otras aristas de la vida, más bien de su vida, y se abalanza sobre el mismo con una serie de preguntas personales. De éstas, presentamos las primeras.
“¿Qué hay en el primer puesto de tu lista de deseos?”, le pregunta Antonio Cazas Fernández.
Lo primero que tengo en mi lista es que mi deseo esté completamente realizándose, con toda la imperfección que pueda tener y tiene. Es un deseo que me mueve desde dentro, es un deseo en mi vida de integración, o sea, dicho filosóficamente, ser un nietzscheano- hegeliano, a saber, integrar la teoría y la praxis e integrar la praxis también en la teoría. Y eso se nota en las decisiones que he ido tomando. Las decisiones son tanto teóricas como prácticas, tanto en mi vida como en lo que escribo, pues lo que me he dado cuenta es que lo que escribo es expresión de mi vida. Mi pensamiento implica lo humano y a mí mismo en mi vida diaria, esto es, si pienso lo humano en medio de lo real, soy yo mismo en medio de lo real, de esta dimensión real que está abierta y siempre supurando y no puede cerrarse. Y en esa vida, mi vida, nuestra vida, estamos todos NosOtros.
Mi deseo es como un deseo de, dicho simplemente o, dicho míticamente, de bailar en medio de lo real, con toda la libertad que eso significa y en ese mismo bailar se va estructurando mi vida junto con otros, asumiendo el dolor de la vida, de mi vida en estos tiempos, esto es, su estructura de capitalización y distribución de capital, que es tremenda, junto a su estructura de dominación en todos los posibles juegos que hay hoy en día, y en ese asumir, por parte de NosOtros, esa estructura de capitalización, de dominación, ahí mismo, se baila junto con otro y eso es lo que espero, tanto en mi vida personal como escritural, como pensador, desde lo sexual a lo político como construcción de un NosOtros en medio de lo real.
¿Por qué estás más agradecido?
A lo que estoy muy agradecido es a lo humano mismo en tanto diferencial monstruoso, a saber, a lo dionisíaco, o sea, a humanos concretos con todas sus imperfecciones (como somos cada uno de NosOtros), a grandes amigos y amigas; grandes trozos de naturaleza sedimentada en distintos escorzos de tejidos socio-históricos materiales. Estoy agradecido a Polignano a Mare, lugar natural y humano que me acoge día a día, estoy agradecido de sus habitantes.
Y con esto me refiero a que estoy agradecido a esa estructura dionisíaca que en su finitud me sostengan de algún modo, porque podemos estar en la misma barca con uno, en una transferencia y en una contratransferencia en que uno va experimentando a otro, otro siempre situado en su materialidad: un otro Polignano para mí, un otro en Sils Maria que lo fue para Nietzsche, un otro en Barcelona que lo fue para un pintor llamado Toni Torres, en el barrio Gótico como lo es para arquitectos y poetas, un otro en Playa Ancha que lo es para mi Madre. En definitiva, un otro que puede ser una madre, un otro que puede ser una hija, como mi Constanza, otro que puede ser un amigo, otro que puede ser un terapeuta, Alfredo por ejemplo, mi único terapeuta… Otro y otro y otro y ese otro que es otro, un perro como Roc Blanc, un muñeco, un muñeco como mi Bolaño; múltiples modos de otro… un café muy especial de Polignano, una forma de servir el pescado, una copa de vino, una conversación de verdad, un recuerdo, otro en la cama siendo feliz y riendo cuando nos amamos, otro que te acompaña en la tristeza cuando todo se derrumba, otro incluso en la traición y no era lo que pensaba que era o me había inventado que era, otro en la pequeñez de uno mismo…
Estoy muy agradecido a ese “matiz de lo sutil”, que es como entiendo el amor, el eterno retorno, el vínculo, de esa contratransferencia y transferencia dionisíaca que expresa un viajar en conjunto de uno con otros, cualquier otro y precisamente ese otro; y eso es lo que cada día está más fuerte en mí: ese otro que está llegando a mí, me constituye ya de alguna manera, y se está iniciando todo de nuevo de otro modo.
¿Qué es lo que más lamentas en la vida?
Lo que más lamento en mi vida es casi lo mismo que dije recién, en la pregunta anterior, pero al revés, porque hay tanto dolor innecesario y arbitrario y sin sentido alguno que nos provocamos los unos a los otros. Y no olvidemos que somos animales finitos y está, por tanto, un dolor constitutivo de ser como somos. Pues vivir es, también, sufrir y en ese saber vivir y saber morir uno va bailando: esta es la sabiduría-vida, mi verdad, nuestra verdad… Pero hay tanto dolor innecesario, que uno causa y nos causan, hay tanto dolor como inconsciente, en el cuerpo, político, ideológico y, a veces, como diseñado para causar dolor. No puedo no pensar en el Golpe de Estado de Pinochet y la Dictadura que sumió a Chile a tanto dolor innecesario y que fue ejercido como un plan calculado para dañar al otro y que dura hasta estos tiempos.
Lamento el malestar de mi padre, de mis abuelos, la pobreza material y la pobreza espiritual de las instituciones capitalistas patriarcales dominantes y fascistas de Chile, lamento mucho eso…
Lamento la perdida de grandes personas que han sido fundamentales en mi vida y ya no están… siempre se actualizan, pero no están, eso, lamento con mucho dolor…
Lamento haber tomado decisiones totalmente equivocadas, erradas que, teniendo todos los indicios de que eran muy malas decisiones, sin embargo, las tomé yo mismo… lo lamento, completamente y a veces me atormenta y me persigue ese lamento que me hace caer al suelo…
Y todo lamento, como el mítico lamento de Ariadna en la Isla de Naxos, es un lamento que en ese preciso dolor, en ese llorar por la playa llamando a Teseo, en ese gritar por los acantilados el nombre de su héroe que la ha abandonado, en esa fuertísima distancia que te genera el lamento, ahí mismo, también siento que está la alegría, la alegría de seguir caminando, creando, soñando y escribiendo. Y, a lo mejor, volver a amar, que es lo que más me gusta, y espero como una posibilidad real y material para un tiempo tanto venidero como presente.