Se inicia el año con paradojas y señales contradictorias. Pareciera que vivimos en mundos paralelos, donde unos dicen que los cambios son necesarios y unos pocos hablan de mantener todo igual. Estas mismas voces nos sugieren un país estancando, pero vemos que los balances de grandes empresas muestran utilidades que no reflejan desaceleración por ningún lado.
Por otro lado, observamos perplejos cómo la corrupción azota nuestras tierras. Ya no es sólo en lo público: Ejército, Carabineros, municipalidades, parlamento; también se instaló en el mundo privado, y ahí hay mucha corrupción transparente. Esos miles de millones de pesos en elusión y evasión de impuestos, en colusión de precios, en licitaciones truchas o financiamiento de políticos, no llaman tanto la atención en nuestros medios. Sin embargo, seguimos viendo y leyendo noticias sobre delicuencia y portonazos por doquier. Importan más los 37 estafados por Garay que los de Penta o SQM. Hay algo que no estamos viendo o no queremos ver. ¡Bienvenida la posverdad!
Esta realidad, y todas sus post realidades, las ven, las viven y las sienten miles de trabajadores, que como ciudadanos se informan y se desinforman más que antes. Esas verdades, a medias, parciales o totales, construyen un imagen que los mueve y los moviliza.
Esos trabajadores y trabajadoras dedican muchas horas de su vida al trabajo. Ahí construyen otras realidades y asientan sus esperanzas. Algunos con más suerte que otros pueden sentirse satisfechos porque tienen un buen jefe o, los menos, porque les toca un sueldo que no sólo sirve para subsistir. Los números indican que el 50,5% no supera los $260.000 líquidos al mes, mientras que un 74,1% gana menos de $400.000.
Ese 75 % de nuestra fuerza laboral se informa o desinforma de las ganancias exultantes de banco e isapres. También observan la vida de quienes no corren su mismas suerte y disfrutan de las bondades de un sistema que entrega belleza, lujos, educación y salud de un país del primer mundo.
No se ven maneras, por ahora, de cambiar este orden. Sí mucha acumulación de malestar y rabia que no sabemos por dónde o cómo se canalizará.
En los países desarrollados entre el siglo XIX y XX se canalizó la rabia y el malestar vía guerras y revoluciones. Los trabajadores de Europa que tenían condiciones similares, y peores, a los nuestros decenios atrás, hoy gozan de condiciones de vida que garantizan su bienestar. No sólo el sistema es más justo en educación, salud y pensiones, sino que también es más equilibrado en lo laboral.
En el viejo continente, y en muchos otros países llamados industriales, lo sindical no tiene complejos. Hay huelga efectiva, se negocia por ramas y las federaciones sindicales en muchos situaciones históricas de crisis económicas son parte de la solución y no del problema.
En Chile las empresas y los empresarios, a buena hora, tienen gremios poderosos que influyen y defienden sus intereses. Pero no dejan que los sindicatos defiendan los suyos por rama. Prefieren tener decenas de sindicatos repartidos en sus empresas y negociar con muchas voces. También aceptan sindicatos fantasmas surgidos por las malas prácticas del fuero. Es más seguro apostar a tener muy buenos equipos jurídicos que se encargan de inclinar la balanza a su favor.
Hoy la nueva ley laboral no cambia nada. Sólo incentiva que más abogados judialicen las relaciones laborales, perdiendo una oportunidad para ganar aliados y mejorar el negocio. ¡Más paradojas y contradicciones se nos vienen!
El Director.
Publicado en RH Management 105