Por Patricio Rifo, director ejecutivo RH Management.

El mundo del trabajo como lo conocemos no será el mismo en una década más. La disrupción tecnológica hará que está revolución industrial 4.0 lo cambie todo de una manera jamás conocida. Cada nación, cada país, en todos los confines del planeta, lo enfrentarán de acuerdo con su historia, esperanzas, y miedos. Algunos ya están tomando medidas. Las lecciones aprendidas del pasado en Europa, como por ejemplo, la revolución francesa de 1789; la primera revolución industrial; la gran depresión del 29; la segunda guerra mundial; los han hecho tomar consciencia y han construido un modelo del trabajo más humano y participativo. Miremos Alemania, España, Noruega, Inglaterra, Francia, Finlandia, Irlanda…
¿Y cuál es nuestra historia? ¿Cómo construimos nuestro modelo laboral? La evidencia histórica genera consenso respecto a que nuestro actual modelo del trabajo se diseñó y construyó en dictadura. La mayoría también concuerda que los sucesivos gobiernos elegidos democráticamente desde 1990 no han hecho cambios sustantivos a las ideas estructurales de José Piñera y los Chicago Boys. El modelo económico y de desarrollo, al igual que el laboral, tampoco sufrió grandes modificaciones. Se suma a ellos el sistema de pensiones (creado por José Piñera) que funciona muy bien para financiar proyectos de las grandes empresas pero no como un sistema de seguridad social moderno. De hecho el modelo de las AFP es único y sólo existe en Chile, y en un par de países más.
En suma, la sociedad que hemos construido: pensiones miserables; sindicato débiles; individualización de las relaciones; gremios empresariales todopoderosos; salarios bajos; la política capturada por el poder del dinero; mala distribución de la riqueza; salud y educación pública destruidas; instituciones desprestigiadas; economía extractivista y rentista; desigualdad social; nos dibuja un panorama muy oscuro para enfrentar con algún grado de éxito la cuarta revolución industrial.
Por eso, nuestra historia nos dice que ya es hora de sentarnos a conversar todos los actores del mundo del trabajo, sin exclusión, a pensar el Chile para los próximos 100 años y no seguir viviendo en las sombras laborales del Chile de Pinochet. Es tiempo de dejar de echarle la culpa al gobierno anterior o al actual y abrir un diálogo de verdad, genuino. Es fundamental construir un nuevo contrato social que no se alimente del miedo al otro y dejar los intereses económicos como el vector que mueve nuestras vidas.
De este modo, buenas ideas sobre flexibilidad laboral o las mejoras al sistema de capacitación caen al vacío cuando están mal diseñadas y deslegitimizadas por un gobierno sin liderazgo (25% de apoyo según la última CEP). Peor aún sin son construidas entre cuatro paredes y sin considerar los amplios consensos que requieren para ser implementadas. Por ejemplo, para la Asotic; el gremio de las Otec; empresarios como Roberto Fantuzzi; las ex autoridades del gobierno de Michelle Bachelet (escuchar y leer podcast desde P6), la modernización del Sence, si se aprueba como está, será la muerte de la capacitación para miles de trabajadores con sueldos bajos (el 75%). Sólo los que tienen más podrán financiar el copago. Lo mismo sucede con los colaboradores que tienen buenas rentas y sus posiciones son estratégicas. ¿El 10% de la fuerza laboral? Ellos sí podrán negociar con ímpetu el cambio de su jornada laboral. ¡Eso ya sucede! Sin embargo, la gran mayoría (con sueldos promedios de 400 mil pesos), que ni siquiera están sindicalizados, tendrán que someterse a la buena voluntad de un “caritativo y muy compresivo jefe”. Entonces, ¿por qué no reducir mejor la jornada laboral a 40 horas?
Es comprensible, entonces, que el ministro del Trabajo y el director del Sence, defiendan con pasión sus ideas. Sin embargo, esos proyectos funcionan bien en países escandinavos o en Alemania; no en Chile.
Antes de idearlos debemos resolver nuestra historia y construir una nueva de la mano de sindicatos, movimientos sociales, fuerzas políticas, empresarios, gerentes, técnicos, académicos, intelectuales, artistas, profesionales y… “los patipelaos”.
Editorial publicada en RHM 123.
Foto principal: Metrópolis, 1927, de Fritz Lang.