Cuando el hostigamiento laboral y sindical destruyen la vida

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Por: Karina Narbona, antropóloga social, Fundación Sol

Un caso que casi ha pasado inadvertido es el del chofer del Transantiago, Marco Cuadra, hoy en estado grave, quien se quemó a lo bonzo para denunciar las precarias condiciones laborales y la persecución sindical de la empresa Red Bus. Una medida desesperada y violenta con la que el trabajador buscó hacer pública la violencia de la empresa.

A fines del 2012 la compañía había despedido al presidente del sindicato y en esta ocasión el despedido fue él. Su desvinculación fue solo el gatillante para tomar esa drástica medida. Las presiones laborales, con sueldos que requieren complementarse con bonos para llegar a un nivel aceptable, largas jornadas, pésimas condiciones de higiene y seguridad, lo habían llevado a tomar cursos regulares de acción, a través de su sindicato, para protegerse de estas políticas de gestión “modernas” que incorporó Transantiago. Pero los cursos institucionales no dan el ancho para que los trabajadores se defiendan.

A la debilidad institucional de los sindicatos, amparada por nuestra legislación laboral que data de 1979, se suman prácticas extra oficiales de hostigamiento encubierto a disidentes que ocupan las empresas “modernas”, como el matonaje ejercido por los propios pares, por medio de sindicatos promovidos por la empresa. Algo que abunda en el mundo de Transantiago y que genera un entorno sumamente cerrado al cambio. Esa situación obedece a un contexto mayor a nivel país.

La negación de poder a los trabajadores cuando se organizan y la reorganización empresarial desde la dictadura, han generado un terreno fértil para que las empresas hagan y deshagan con los trabajadores. Eso ha sido atractivo para las multinacionales. Red Bus, por ejemplo, es la filial de una de las empresas de transportes más grandes del mundo. Y este problema no sólo se observa en Chile. Desde los años 80 el reacomodo mundial del capitalismo se ha servido de la llamada “gestión por estrés” (polifuncionalidad, gestión por metas, delegación de mayores responsabilidades, intimidación con despidos, guerra abierta o encubierta contra sindicatos) para maximizar la tasa de ganancia.

Ello sin duda influye en la ola de suicidios laborales que sacude al mundo. La empresa France Telecom, registró 35 suicidios en el centro del trabajo tan sólo entre 2008 y 2009, debido a la presión que producían las metas imposibles de cumplir y las amenazas de despido. En China, la empresa Foxconn, enfrentó una situación similar el 2010.

Cristophe Dejours, el psicoanalista más reconocido en el estudio de estas materias, nos dice que bajo estas presiones lo peor que se puede hacer es mantenerse aislados. El problema es que en Chile la legislación laboral no nos permite actuar en colectivo. Con todo, cuando la institucionalidad se queda corta, tal como lo han mostrado los trabajadores portuarios con sus huelgas en solidaridad, es legítimo y fundamental buscar formas informales de unidad.

Esta columna fue publicada en RHM 78, junio 2014.

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