Por Diana Victoria Vargas Pedraza, directora especialización en gerencia de la comunicación organizacional, Universidad de La Sabana, Bogotá – Colombia.
“Las crisis pulen tu vida, en ellas descubres lo que realmente eres” (Chalmers)
Desde hace un buen tiempo a la fecha que la humanidad en su conjunto está viviendo una crisis aguda, pero en rigor, más allá de las crisis, como género humano siempre hemos vivido en procesos de mutación y cambio, y ésta no será la excepción.
¡Así es! La naturaleza humana nos plantea que todo proceso transformacional debe siempre responder -con rigor- a dos grandes preguntas: ¿Qué quiero cambiar? y, a la vez, ¿qué quiero preservar del ser social y del ser individual que soy? Es decir, la crisis, lo incierto y el estrés del momento no sólo me complica la existencia, sino que también, me abre las puertas para repensar mi rol en el mundo, mi trascendencia y desafíos por emprender. Y como dijo un día el dramaturgo alemán, Bertolt Brecht, siempre enfático en estos procesos de resignificación: “La crisis se produce cuando lo viejo no acaba de morir y cuando lo nuevo no acaba de nacer”.
Por lo mismo, hoy estamos viviendo la transformación y la refundación de nuestra propia existencia y, desde ese lugar, las conversaciones resultan un acierto cuando el desafío final es coordinar (y concretar) esfuerzos; acompañar escenarios de incertidumbre; desaprender hábitos y repensar creencias (o prejuicios) que muchas veces nos predisponen a la acción. Pese a lo planteado, sí existe una certeza en medio de toda esta realidad líquida: ¡somos seres emocionales! Por lo tanto, el poder de una buena conversación será el resultado del hablar y el escuchar y, bajo ese contexto, seremos nosotros -los seres humanos- quienes buscaremos con rigor más que dinámicas informativas (dar), reales instancias comunicativas de entendimiento colectivo.
De esta forma, las conversaciones para tiempos complejos, de crisis, de cambio, de incertidumbre, tienen elementos centrales como conversaciones conectadas con la confianza mutua (ética en común), las cuales deben estar al servicio del encuentro humano, deben estar limpias de prejuicios e ideas limitantes, deben manejar un contexto emocional desde una perspectiva empática, deben encauzarse desde diálogos asertivos y transparentes, deben buscar la coordinación de acciones para propósitos comunes, deben ser diálogos valientes y resolutivos, deben navegar entre lo intrapersonal (conversaciones conmigo mismo) y lo interpersonal (con otros), deben fundarse en una escucha activa y al servicio de la visualización del otro (respeto), deben llevarse a cabo desde la buena fe, deben manejarse desde agendas abiertas y confiables.
Es decir, en tiempos de crisis, las redes dialógicas (conversacionales) de una empresa son sinónimo de agilidad organizacional para generar flexibilidad y adaptabilidad frente a los momentos de estrés y tensión interna. Y son las conversaciones las que generarán aprendizaje colectivo, ya que, a mejores conversaciones organizacionales, mayor plasticidad cultural para sostener la incertidumbre y, emprender el vuelo hacia nuevas y mejores acciones al interior de la organización.
“En el conversar construimos nuestra realidad con el otro. No es una cosa abstracta. El conversar es un modo particular de vivir juntos en coordinaciones del hacer y el emocionar”. (Humberto Maturana)