Todos sabemos que la pandemia afectó profundamente nuestra salud mental. En particular, la Organización Mundial de la Salud, OMS, advirtió que el Covid-19 provocó un aumento del 25% de la prevalencia de ansiedad y depresión en todo el mundo. Esto quiere decir que muchas personas están sintiendo tristeza con una intensidad o duración suficiente como para interferir con sus actividades cotidianas, lo que se traduce en que quienes están afectados muestran menos interés o placer por realizar cosas que antes disfrutaban.
¿Pero qué es exactamente la depresión? Escuchamos a menudo de ella, pero no todos conocemos los síntomas de alerta. Para diagnosticar una depresión mayor, además de la pérdida de interés o placer, las personas deben presentar más síntomas, entre los que se incluyen los cambios de peso, apetito o sueño, la pérdida de energía, los sentimientos de culpa, la desconcentración y el pensamiento suicida.
Sin embargo, no es tan fácil identificar y tratar una depresión en contextos como el chileno, donde se asocia a la idea de ser débil o incapaz, “lo que se agrava por esta sobrevaloración de la felicidad individualista que promueve nuestra sociedad, sin entregar apoyo físico, psicológico o emocional suficiente a las personas” señala la psicóloga Carolina Bustos de Humana Consultores.
La experta indica que para ayudar a otras con depresión lo primero que tenemos que hacer es reconocer que es una enfermedad y, conociendo los síntomas, podemos invitar a quienes veamos afectados a consultar y a seguir un tratamiento adecuado, “lo ideal es apoyar manteniendo cierta distancia, sin agobiar ni sobreproteger”, indica.
Por otra parte, hay que considerar las razones por las que las mujeres siguen siendo las principales afectadas por la depresión, “aún más después de la pandemia, donde tuvieron que soportar una mayor carga de trabajo doméstico y violencia de género, en el marco de las inequidades a las que están expuestas por los roles de género, teniendo que hacerse cargo de la mayor parte de las labores de cuidado” indica Bustos.
Mientras tanto la ansiedad, una respuesta adaptativa y necesaria para el desarrollo de las personas, que moviliza a la acción, generando respuestas, estimulando el desarrollo de la personalidad y motivando el logro de metas, también puede ser nociva. Esto ocurre cuando compromete la eficacia de las personas y conduce a enfermedades.
Carolina Bustos explica que “aunque se parece al miedo, se diferencia de éste porque no tiene que ver con un estímulo presente, sino que más bien con la anticipación de peligros futuros, indefinibles e imprevisibles”.
La buena noticia es que en el ambiente laboral podemos manejar ciertos factores de riesgo asociados a la ansiedad, tales como las cargas de trabajo excesivas, la falta de estímulos, la monotonía de las tareas o la falta de apoyo por parte de compañeros, subordinados o superiores.
Finalmente, será importante promover la mantención de una vida activa y saludable, trabajar en la resolución de los problemas, promover las buenas relaciones laborales, e ir enseñando formas de controlar la irritabilidad, hacer frente a las preocupaciones y relajarse, entre muchas otras cosas que requieren tomar conciencia y luego, enfrentar para mejorar.