Por Matías Sanfuentes, Profesor Asistente at Facultad Economía y Negocios, Universidad de Chile.
Cuando el mal se torna banal, los distintos actores organizacionales se coluden y contribuyen voluntaria e involuntariamente, para generar condiciones que favorecen a unos pocos en desmedro de otros.
El cinismo se constituye en un engranaje fundamental en la vida cotidiana de cualquier organización. Probablemente, los niveles de verdad que los seres humanos logramos tolerar; cuando coexistimos con altos niveles de exigencia, competencia, y envidia entre individuos y grupos; son bastante acotados. La tolerancia a las verdades a medias, al tener que “hacer la vista gorda” a conflictos y contradicciones, pasa a ser una exigencia recurrente para poder mantener un cierto grado de equilibrio mental y emocional en el mundo del trabajo contemporáneo. En este contexto, el cinismo aparece como una frágil estrategia defensiva, que pareciera proteger tanto a jefaturas y trabajadores, de los altos niveles de malestar que muestra la realidad organizacional y social del presente.
Uno de los peligros que encierra el uso reiterado del cinismo, es la generación de lo que Dejours (2009) define como “la banalización del mal”, que se entiende como una reacción colectiva, que remueve y cancela la habilidad de las personas de pensar y enfrentar críticamente una realidad laboral que termina dañando a los otros y a la organización en su conjunto. Cuando el mal se torna banal, los distintos actores organizacionales se coluden y contribuyen voluntaria e involuntariamente, para generar condiciones que favorecen a unos pocos en desmedro de otros. En la realidad chilena, el caso La Polar muestra una realidad paradigmática y extrema en la cual el cinismo, la voracidad, y la negligencia presentes en personas e instituciones, se potenciaron para construir una organización de carácter destructivo que afectó en distintos grados a la sociedad en su conjunto.
El cinismo deviene psicopatológico con mucha rapidez, como lo muestran gran parte de los estudios que existen sobre burnout que se han desarrollado a contar de los años ochenta. Maslach incluye el cinismo (o también llamado despersonalización), como uno de los componentes centrales de esta patología laboral, cuyas causas son fundamentalmente de origen organizacional. De esta forma, las profundas contradicciones y asimetrías existentes en la organización del trabajo contemporáneo (flexibilidad laboral, outsourcing, etc.), contribuyen activamente a que los trabajadores se desgasten y terminen desvinculándose emocional y psíquicamente de las complejidades y fuentes de gratificación que reviste el logro de la tarea. Este distanciamiento emocional frente a la tarea, lleva a la instalación de barreras que bloquean negativamente el contacto interpersonal entre el trabajador y su entorno inmediato, lo que irremediablemente deteriora la productividad y bienestar de los trabajadores y de la organización en su conjunto.